El Monstruo de la Navidad
En un pequeño pueblito donde la Navidad se celebraba con luces y alegría, vivía un niño llamado Lucas. Lucas era un niño muy especial, siempre dispuesto a hacer amigos y a ayudar a quienes lo necesitaban. Pero este año, a medida que se acercaba la Navidad, se dio cuenta de que muchos de sus amigos estaban tristes.
Una tarde, mientras caminaba por el bosque, oyó un llanto desgarrador. Curioso, se acercó y descubrió a un monstruo, cubierto de espinas y con ojos grandes y llorosos.
"¿Quién sos?" - preguntó Lucas, asustado pero a la vez compasivo.
"Soy el Monstruo de la Navidad. Me llamo Milo. Todos me temen y creen que traigo mala suerte. Por eso estoy solo en este bosque. Ninguno quiere celebrar conmigo", respondió el monstruo.
Lucas recordó a sus amigos tristes y sintió una conexión instantánea con Milo.
"No me asustás, Milo. A veces la gente se siente triste y no sabe por qué. ¿Te gustaría que celebráramos la Navidad juntos?"
Los ojos del monstruo brillaron de esperanza.
"¿De verdad? Pero todos me rechazan."
"Yo quiero conocerte, y creo que mis amigos también. ¡Vamos juntos!"
Esa misma noche, Lucas llevó a Milo a su casa. Juntos prepararon adornos y galletitas de jengibre. Cuando los amigos de Lucas llegaron, se sorprendieron al ver al monstruo. Sin embargo, Lucas se puso de pie y con voz firme dijo:
"Chicos, este es Milo. Es un monstruo muy bueno que solo quiere celebrar la Navidad con nosotros. ¡Vamos a darle una oportunidad!"
Al principio los amigos dudaron, pero luego, la risa de Milo era contagiosa. Les enseñó un juego de Navidad que nunca habían jugado antes.
"¿Cómo se llama el juego?" - preguntó Ana, una de las amigas de Lucas.
"Se llama 'Atrapa la estrella', ¡y verán que es muy divertido!"
Mientras jugaban, las risas resonaban en el pueblo. Poco a poco, los corazones se llenaron de alegría. Los chicos comprendieron que Milo no era un monstruo temible, sino un amigo que solo deseaba ser parte de la celebración.
El día de Navidad, todos juntos fueron al centro del pueblo.
"¡Feliz Navidad!" - gritó Lucas, llevándose la mano al pecho.
"¡Feliz Navidad!" - respondieron todos, incluyendo a Milo. En ese momento, un niño pequeño se acercó a Milo y le dijo:
"¡Me gustás porque siempre haces reír!"
Milo, con lágrimas de felicidad, tuvo un giro asombroso en su corazón.
"¿De verdad? ¿No tengo que ser un monstruo triste?"
"¡No! Sos nuestro amigo, y siempre serás bienvenido aquí", respondió Lucas.
La Navidad se celebró como nunca antes. Al finalizar el día, Milo aprendió que no importa cómo se vea uno por fuera, lo que importa es el corazón que uno tiene.
A partir de ese momento, Milo nunca volvió a sentirse triste.
"Gracias, Lucas. Me enseñaste que la amistad puede cambiarlo todo. ¡Felices fiestas!"
Y así, el Monstruo de la Navidad se convirtió en uno de los más grandes amigos de Lucas y todos los niños del pueblo. Desde entonces, cada año, celebraban la Navidad no solo con luces y regalos, sino también con el amor y la amistad que provocó un niño con un gran corazón.
FIN.