El Monstruo de las Buenas y Malas Cosas



En un pequeño pueblo de la Patagonia vivía un monstruo muy especial llamado Momo. Momo era un monstruo diferente, ya que no era ni totalmente malo ni totalmente bueno. Tenía una mitad de su rostro llena de colmillos afilados y ojos brillantes, mientras que la otra mitad era suave y tierna, con una sonrisa cálida.

Un día, Momo decidió salir de la oscuridad de su cueva en la montaña y explorar el mundo. Al principio, asustó a muchos de los aldeanos con su apariencia aterradora, pero pronto descubrieron que Momo no era tan malo como parecía.

Pronto, Momo se convirtió en una parte querida de la comunidad. Ayudaba a los ancianos a llevar sus compras, arreglaba techos con sus garras afiladas y enseñaba a los niños a tallar figuras en madera con sus manos suaves. Sin embargo, de vez en cuando, su lado malo se apoderaba de él y jugaba bromas a los aldeanos o se enojaba sin razón aparente.

Los aldeanos no sabían qué hacer con Momo y le preguntaron a la sabia abuela del pueblo qué hacer. La abuela les recordó que todos tienen luces y sombras en su interior, y que lo importante es aprender a controlarlas. Con esta sabia lección en mente, los aldeanos se acercaron a Momo y le dieron amor y comprensión, ayudándolo a aprender a controlar sus impulsos.

Con el tiempo, Momo logró equilibrar su lado bueno y su lado malo. Se convirtió en un protector de la aldea, usando su fuerza y astucia para defender a los más débiles, pero también en un amigo leal que siempre estaba allí para alegrar el día de cualquiera. Los aldeanos aprendieron a no juzgar a los demás por su apariencia y a siempre buscar lo bueno en las personas. Y Momo descubrió que, aunque tenía sus lados oscuros, también tenía un corazón lleno de amor y bondad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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