El Monstruo de las Emociones
Había una vez un ser muy peculiar,
que de emociones quería robar.
Entraba en casas y en la plaza también,
se llevaba todo sin pedirlo a nadie, con gran desdén.
El Monstruo de las Emociones era su nombre,
y de sentimientos ajenos se hacía el hombre.
Pero al llevarse las emociones de los demás,
se sentía confundido, sin saber cómo actuar.
En la escuela un día, al aula entró,
y a todos los niños un sentimiento les robó.
De repente, tristeza, alegría y enojo sentía,
el Monstruo confundido, sin saber qué hacer cada día.
—¿Qué me sucede? ¿Por qué me siento así? —se preguntaba,
pero nadie le enseñó a manejar lo que robaba.
Decidió entonces pedir ayuda a la gente,
para aprender a entender lo que por tanto tiempo había sido indiferente.
—Amigos, necesito su colaboración,
no sé qué hacer con tanta emoción.
Las tomé prestadas, pero ahora tengo un embrollo,
ayúdenme a comprender, no quiero seguir siendo un polizón.
Los niños y adultos, con bondad y comprensión,
se acercaron al Monstruo, dispuestos a la lección.
Le enseñaron a identificar cada emoción,
y a encauzarlas de forma adecuada, sin titubeo ni confusión.
Poco a poco el Monstruo fue comprendiendo,
que las emociones son parte de nuestro entendimiento.
Aprendió a respetarlas y a expresarlas con mesura,
y así encontró la paz en su alma, su gran aventura.
Ahora el Monstruo vaga por la ciudad de nuevo,
pero no para robar, sino para ser un nuevo miembro.
Ayuda a los demás a comprender sus sentimientos,
y comparte la lección que aprendió, con buenos cimientos.
Así, el Monstruo de las Emociones cambió su actuar,
y se convirtió en un ser especial de verdad.
Hizo amigos, encontró su lugar en el mundo,
mostrando que todos, hasta los monstruos, pueden ser profundos.
FIN.