El monstruo de las emociones



Era un día soleado en la ciudad de Monsterlandia, y el supermercado "De Todo" estaba a tope. Los pasillos rebosaban de colores, y los monigotes de frutas y verduras bailaban al ritmo de la música alegre que sonaba. En medio de todo este bullicio, estaba el monstruo enojado, un ser grande y animal con ojos color rojo, que parecía un volcán a punto de estallar. "¡No puedo creer que nadie me deje pasar!"-, gruñía mientras todos trataban de moverse alrededor de él.

Al otro lado del pasillo, el monstruo feliz, que era chiquito y tenía el pelo azul, miraba con preocupación a su amigo.

"¡Oye, monstruo enojado! ¿Por qué estás tan molesto?"-

"¡Porque no puedo alcanzar mis galletas favoritas!"-, respondió con un tono muy fuerte. "Y la gente no se mueve como debería"-.

El monstruo feliz, intentando calmarlo, se acercó y dijo:

"Tal vez podrías preguntarle a alguien si te ayuda a alcanzarlas."- Pero el monstruo enojado solo se cruzó de brazos y frunció el ceño aún más.

En ese momento, el monstruo triste, que llevaba una mochila llena de cuentos, pasó por allí. Su cara de melancolía era evidente.

"Hola, amigos…"-, dijo con un suspiro. "¿Qué les pasa?"-

"¡El monstruo enojado no puede encontrar sus galletas!"-, explicó el monstruo feliz.

"Eso no puede ser bueno para él…", murmuró el monstruo triste, sintiendo que la frustración de su amigo le entristecía también.

Observando la situación, el monstruo feliz tuvo una idea. "¿Por qué no hacemos un juego?"- sugirió con una sonrisa. "Podemos hacer una carrera para ver quién llega primero al estante de galletas! Así, monstruo enojado, tendrás una razón para competir y quizás eso te ayude a sentirte mejor. ¿Qué dicen?"-

El monstruo enojado miró a su amigo con escepticismo. "No sé si eso me va a ayudar…"- Pero algo en la sinceridad de su amigo lo hizo dudar. El monstruo feliz insistió: "¡Ven, será divertido! Además, no tienes que hacerlo solo. ¡Estamos aquí para ayudarte!"-

Entonces, los tres monstruos se alinearon en el pasillo, listos para la carrera. Un empleado del supermercado decidió ayudar y gritó:

"¡En tres, dos, uno, ¡GAAA! ! !"-

Los monstruos comenzaron a correr mientras otros clientes se reían y aplaudían. El monstruo enojado, en medio de la carrera, comenzó a sentir que la ira se disipaba y que algo de alegría empezaba a tomar su lugar.

Al llegar al estante, el monstruo feliz llegó primero y estiró su mano para alcanzar las galletas a las que el monstruo enojado quería llegar. "¡Aquí tienes!"-, le dijo mientras le daba una bolsa. Pero, para su sorpresa, el monstruo enojado, en lugar de seguir frunciendo el ceño, comenzaba a sonreír.

"Gracias, amigo… Creo que necesitaba un poco de diversión."-

"Y yo necesitaba un poco de compañía para sentirme mejor"-, añadió el monstruo triste, un poco más animado.

Después de su carrera, los tres monstruos decidieron que era hora de disfrutar las galletas juntos en una mesa del supermercado. Se sentaron y compartieron historias sobre los buenos y malos días, risas y hasta algún que otro cuento. El monstruo enojado se dio cuenta de que no estaba solo en sus emociones, y que compartirlas podía ser un gran alivio.

"Ahora entiendo, a veces uno puede sentirse mal, pero no hay que tener miedo de compartirlo,"-, confesó el monstruo enojado mientras mordía su galleta favorita.

"Exactamente! Las emociones son como los colores del arcoíris; todas son valiosas y hacen nuestra vida más interesante,"-, concluyó el monstruo feliz, mientras el monstruo triste sonreía por primera vez en mucho tiempo.

Desde ese día, las aventuras del monstruo enojado, el monstruo feliz y el monstruo triste no solo fueron divertidas, sino también llenas de colores y emoción, recordándoles siempre que está bien sentir, y que juntos el mundo se siente mucho mejor.

FIN.

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