El Monstruo de los Colores



En un pequeño pueblo lleno de alegría vivía un monstruo peculiar llamado Colorín. Colorín no era un monstruo cualquiera; su piel tenía todos los colores del arcoíris y su corazón estaba lleno de bondad. Pero había un problema: Colorín estaba triste. Cada vez que trataba de jugar con los niños del pueblo, se asustaban por su apariencia y corrían despavoridos.

Un día, Colorín decidió que ya no podía vivir así. "Tengo que encontrar la forma de hacer amigos y mostrarles que no soy malo"-, pensó y salió de su cueva en el bosque donde solía esconderse.

Mientras caminaba, encontró a una pequeña niña llamada Sofía, que estaba intentando alcanzar una mariposa azul. Colorín se acercó lentamente, temiendo asustarla. "Hola, soy Colorín, el Monstruo de los Colores"-, dijo con voz suave. Sofía, sorprendida pero intrigada, respondió:

"Hola, Colorín. ¡Qué bonito que sos! Nunca había visto a un monstruo de colores"-

Colorín sonrió por primera vez. "¿Te gustaría jugar?"-, preguntó esperanzado.

Pero en ese momento, un grupo de niños llegó corriendo y al ver a Colorín gritaron: "¡Es un monstruo! ¡Corred!"-. Colorín se sintió muy triste y se alejó, pensando que nunca podría tener amigos.

Esa noche, mientras lloraba arrepentido en su cueva, Sofía decidió que quería ayudar a Colorín. Al día siguiente, fue a la plaza del pueblo y reunió a todos sus amigos. "Escuchen, chicos. Colorín no es un monstruo malo; él solo quiere ser nuestro amigo. ¡Lo vi y me habló!"-

Los otros niños la miraron confundidos. "¿Un monstruo que habla? ¡Eso suena raro!"-, dijo uno.

Pero Sofía insistió: "Yo sé que tiene un corazón bueno. ¡Vamos a conocerlo!"-.

Los niños dudaron, pero la curiosidad pudo más. Entonces, siguiendo a Sofía, se acercaron a la cueva. Colorín, al verlos, se asustó y se escondió detrás de unas piedras.

"No tengan miedo, sólo quiero ser su amigo"-, dijo Colorín con la voz temblorosa.

Sofía salió al frente: "No debes tener miedo, Colorín. Ven y muéstrales tu magia. No todos los monstruos asustan"-.

Colorín titubeó, pero decidió intentarlo. Salió de su escondite y, para sorpresa de todos, comenzó a bailar. Al moverse, ¡los colores de su piel brillaban y creaban formas increíbles en el aire!

Los niños quedaron hipnotizados. "¡Guau! ¡Mirá cómo brilla!"-, exclamó uno de ellos. "¡Es mágico!"-, gritó otro.

Colorín se sintió más seguro. Al ver la alegría de los niños, se unió a ellos en el baile y, juntos, comenzaron a crear juegos con los colores.

"¡Vamos a pintar la plaza!"-, sugirió Sofía. Aprovecharon sus habilidades y comenzaron a cubrir la plaza con pinturas radiantes: "Rojo para el sol, azul para el cielo, amarillo para las flores"-. Todos reían y jugaban juntos, incluso Colorín.

Desde ese día, Colorín y los niños se hicieron inseparables. Descubrieron que las diferencias no asustan, sino que enriquecen. Colorín, el Monstruo de los Colores, se convirtió en el héroe del pueblo, y todos aprendieron que detrás de cada apariencia inusual siempre hay algo maravilloso que descubrir.

FIN.

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