El Monstruo de los Sentimientos
En un pequeño pueblo, había un monstruo llamado Grrr. Grrr era un monstruo diferente: en lugar de asustar, siempre tenía una sonrisa en su rostro y un brillo especial en sus ojos. Sin embargo, Grrr tenía un problema: ¡no sabía cómo manejar sus propios sentimientos!
Un día, mientras paseaba por el bosque, Grrr vio a una niña llamada Sofía llorando bajo un árbol. Se acercó con curiosidad.
"¿Por qué llorás?" - preguntó Grrr con su voz grave y suave.
"Perdí mi juguete favorito... y estoy muy triste..." - respondió Sofía entre sollozos.
Grrr se sentó a su lado y le dio una patita en la espalda.
"A veces, yo también me siento triste, pero no sé cómo expresarlo. ¿Cómo haces vos para sentirte mejor?" - preguntó el monstruo.
"A veces hablo con mis amigos o dibujo lo que siento. Me ayuda a desahogarme" - dijo Sofía, limpiándose las lágrimas.
Grrr pensó que eso podía ser una buena idea. Así que decidió acompañar a Sofía a buscar su juguete perdido. Juntos recorrieron el bosque, hablando y riéndose. Grrr aprovechó la oportunidad para contarle a Sofía sobre sus propios sentimientos.
"Cuando me siento enojado, a veces me abrazo a mí mismo o cuento hasta diez. Pero no siempre funciona. A veces me da miedo sentirme así" - confesó Grrr.
"Es normal sentir miedo, Grrr. Todos los días me siento cansada, pero hablar de ello me ayuda mucho" - respondió Sofía.
Mientras seguían buscando, encontraron un lago brillante. El sol se reflejaba en el agua, y Grrr decidió que era un buen lugar para hacer una pausa.
"Sofía, ¿podés ayudarme a dibujar mis sentimientos?" - sugirió Grrr, señalando una piedra.
"¡Claro! Vamos a dibujar una cara feliz para cuando estés alegre, una triste para cuando estés triste y ¡hasta una enojada!" - exclamó Sofía emocionada.
Así, pintaron juntos en la piedra con trocitos de hojas y barro. Grrr se sintió ligero mientras creaba su mural de sentimientos. Pero de repente, Sofía se detuvo.
"Grrr, ¡mira! Encontré mi juguete en el fondo del lago" - llamó, señalando la superficie.
Grrr se sumergió, usando toda su fuerza para sacar el juguete.
"¡Lo logré!" - gritó Grrr feliz.
"¡Sos un verdadero héroe, Grrr!" - aplaudió Sofía.
Pero el monstruo se sintió abrumado por su propia felicidad y, sin querer, hizo temblar todo alrededor.
"¡Ay, no quise asustarte!" - dijo Grrr, asustado por su propio poder y la posibilidad de que Sofía se asustara.
"No, no! Es maravilloso, Grrr. Tus sentimientos son grandes y hermosos. A veces, la felicidad puede ser un poco intensa" - sonrió Sofía.
Grrr se dio cuenta en ese momento que todos tienen diferentes formas de sentir y expresar sus emociones, y eso no estaba mal.
Desde ese día, Grrr y Sofía formaron un gran lazo de amistad. Juntos aprendieron a lidiar con los monstruos de los sentimientos, ya sea la tristeza, la alegría o el miedo.
Grrr elaboró un diario donde anotaba sus experiencias y cómo se sentía cada día. Sofía lo ayudaba a dibujar y a encontrar palabras para sus sentimientos.
Así, el Monstruo de los Sentimientos encontró su camino y aprendió que no estaba solo en su viaje. Y cada vez que una tormenta de emociones venía, recordaba a su amiga. A veces, para sentirte mejor, solo necesitas compartir lo que llevas dentro. Y Grrr descubrió que eso podía ser realmente mágico.
Y desde entonces, Grrr siguió explorando el mundo, pintando y aprendiendo sobre sus sentimientos en cada aventura. ¡Todo un monstruo explorador de emociones en su propio derecho! ¡Y siempre acompañado de su mejor amiga, Sofía!
FIN.