El Monstruo de Zoe


Zoe era una niña muy especial. Tenía un monstruo dentro de ella. Este monstruo se escondía en su barriga y salía cada vez que Zoe se enojaba o se ponía nerviosa. El monstruo era muy travieso y hacía que Zoe se comportara mal.

Un día, el monstruo salió de repente y empezó a hacer desastres. Rompió su juguete favorito y le grito a su mamá. Zoe se sentía muy triste porque no sabía qué hacer con su monstruo. Pero entonces, algo increíble sucedió. El monstruo salió corriendo de su barriga y pudo escuchar lo que le decían a Zoe.

'-Zoe, tienes que aprender a controlar tu enojo. No dejes que el monstruo te controle a ti. Tienes que hablar con alguien y contarles cómo te sientes. Verás que con un abrazo cariñoso y un poquito de paciencia, todo mejorará. Recuerda que todos te queremos y no estás sola.'

Zoe se quedó pensativa. ¿Sería posible que el monstruo no fuera tan malo? ¿Podría controlarlo ella misma? Decidió que no perdería nada con intentarlo.

Esa misma tarde, Zoe se sentó con su mamá y le contó todo lo que sentía. Le explicó que a veces se sentía triste o enojada, y que el monstruo se apoderaba de ella. Su mamá la escuchó con mucho amor y le dio un abrazo cálido que hizo que Zoe se sintiera mejor.

A partir de ese día, Zoe empezó a hablar más de sus sentimientos con su familia. Descubrió que cuando compartía sus emociones, se sentía más tranquila y el monstruo no salía tan a menudo. Aprendió a controlar su enojo y a no dejar que el monstruo se saliera de control.

Con el tiempo, el monstruo comenzó a hacerse más pequeño y menos travieso. Ya no rompía cosas ni provocaba berrinches. Zoe se sintió feliz al darse cuenta de que podía dominar a su monstruo.

La niña aprendió una gran lección: no importa cuánto enojo o tristeza sientas, siempre hay alguien dispuesto a escucharte y ayudarte. A veces, un abrazo y unas palabras cariñosas pueden hacer maravillas. Zoe se dio cuenta de que no estaba sola, y eso la hizo sentir muy especial.

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