El Monstruo del Bosque Emocional
Había una vez, en un frondoso bosque, un monstruo llamado Morfeo. Morfeo era diferente a otros monstruos: no tenía miedo de asustar, pero sí sentía que le faltaba algo esencial en su vida. Un día, mientras contemplaba las estrellas desde su cueva, decidió que necesitaba aprender a tener emociones.
"Hoy voy a embarcarme en una aventura para encontrar las emociones que me hacen falta", se dijo Morfeo a sí mismo, con una mezcla de determinación y curiosidad.
Kamila, una simpática ardilla, lo vio salir y le preguntó: "¿A dónde vas, monstruo?"
"Voy a encontrar mis emociones. ¿Te gustaría venir conmigo?"
"¡Claro! Es más divertido explorar en compañía", respondió Kamila.
Juntos, comenzaron a recorrer el bosque. Más adelante, encontraron un arroyo donde las ranas croaban con alegría. Cada croar parecía emanar felicidad.
"¿Por qué están tan contentas?" preguntó Morfeo.
"Porque hoy es un buen día. Nos gusta cantar y saltar sobre las piedras del arroyo", explicó una rana llamada Rita, lanzándose al agua.
"¿Puedo probar?" -dijo Morfeo, mirando con admiración.
Morfeo se acercó y, con un gran salto, fue a parar justo en medio del arroyo. El agua lo empapó, ¡pero también lo hizo reír a carcajadas!"¡Eso fue divertido!", gritó, sintiendo una chispa de alegría dentro de él.
Siguieron su camino, cuando de repente, escucharon un llanto. Kamila hizo una señal a Morfeo y ambos se acercaron. En una pequeña cueva, encontraron a un zorro llamado Zuri, con los ojos llenos de lágrimas.
"¿Qué te pasa?" -se preocupó Morfeo.
"He perdido mi cola y no puedo encontrarla", sollozó Zuri.
"¡No te preocupes! Te ayudaremos a buscarla", ofreció Kamila con una sonrisa.
Así, los tres comenzaron a buscar. Revisaron debajo de piedras, en arbustos y hasta en el tronco de un viejo árbol. Después de un rato, Morfeo encontró la cola atrapada en una rama.
"¡Acá está!" -gritó, sintiéndose orgulloso de ayudar. Zuri se secó las lágrimas y dijo: "¡Gracias! Nunca pensé que un monstruo podría ser tan amable".
Esa simple frase llenó a Morfeo de un cálido sentimiento.
"¿Eso es una emoción?" -preguntó intrigado.
"Sí, ¡se llama gratitud!" -respondió Kamila.
Luego, continuaron su camino hasta llegar a un claro donde había una gran fiesta de animales. Morfeo miró con sorpresa todas las luces y escuchó risas. Al acercarse, los animales lo saludaron.
"¡Hola, Morfeo! Vení, únete a nuestra fiesta", dijo un ciervo llamado Damián.
"¿Yo? ¿Puedo?" -preguntó Morfeo, un poco inseguro.
"¡Claro! Quiero que pruebes lo que es bailar y compartir alegría. Las emociones son para todos".
Así, todo el bosque se llenó de música, risas y bailes. Morfeo, al principio torpe, fue aprendiendo a moverse y a disfrutar del momento. Una de las ardillas le puso un sombrero divertido y todos comenzaron a reír.
"¡Nunca me había sentido así!" -exclamó Morfeo, sintiendo una mezcla de felicidad, sorpresa y diversión.
Con el tiempo, Morfeo se dio cuenta de que las emociones no eran solo una aventura por encontrar, sino que se vivían, se compartían y se sentían. Cuando llegó la noche, frente a su cueva, Morfeo reflexionó sobre todo lo que había aprendido.
"Hoy descubrí que las emociones son parte de todos, y que compartir momentos con amigos es lo que las hace aún más especiales".
"Sí, Monstruo, cada emoción es importante y hay muchas más por descubrir" -acotó Kamila, mientras miraban juntos las estrellas.
"No puedo esperar por la próxima aventura", dijo Morfeo, con una enorme sonrisa.
Y así, el monstruo que antes vivía solo en el bosque, comenzó a entender y sentir lo que significaba ser parte de una comunidad. Y con cada nueva emoción que descubría, su corazón se llenaba de alegría y amor por sus amigos.
Desde entonces, Morfeo nunca se sintió solo porque sabía que cada risa, cada lágrima y cada abrazo contaba una historia llena de emoción. Y el bosque, que al principio le parecía un lugar extraño, se convirtió en su hogar lleno de amigos y emociones por descubrir.
FIN.