El Monstruo Evaluacom y la Aventura Matemágica
En la colorida ciudad de Numerópolis, todos los días eran una fiesta llena de risas y juegos. Los niños jugaban entre números voladores y figuras geométricas que bailaban al compás del viento. Sin embargo, había una leyenda que circulaba entre las risas: la historia del Monstruo Evaluacom. Se decía que este ser aterrador acechaba en las sombras, listo para asustar a aquellos que no prestaban atención a las cuentas y los problemas matemáticos.
Un día, un grupo de amigos – Lía, el valiente, Milo, el ingenioso, y Sofía, la curiosa – decidieron que ya era hora de enfrentarse a sus miedos y descubrir la verdad sobre el Monstruo Evaluacom.
"¡No podemos dejar que nos asuste! ¡Hoy vamos a buscarlo!" – dijo Lía, con determinación.
"¿Pero cómo lo vamos a encontrar?" – preguntó Milo, rascándose la cabeza.
"Escuchemos a los números. Ellos nos guiarán." – explicó Sofía, sonriendo.
Los tres amigos se adentraron en el Bosque de las Figuras, un lugar donde los triángulos y los cuadrados se comunicaban entre sí. Mientras caminaban, comenzaron a escuchar susurros que decían:
"...el evaluador... el evaluador..."
"¿Escucharon eso?" – preguntó Lía, mirando a sus amigos con ojos grandes.
"Sí, parece que nos están guiando hacia algo..." – respondió Milo intrigado.
Tras seguir las voces, llegaron a una cueva oscura y misteriosa. En la entrada, había un gran cartel que decía: "Aquí vivé el Monstruo Evaluacom". Con el corazón latiendo fuerte, se detuvieron un momento.
"¿Listos?" – preguntó Lía con un guiño.
"¡Vamos!" – gritaron ambos al unísono.
En su interior, la cueva estaba decorada con números brillantes y gráficos asombrosos. Pero, de repente, apareció el Monstruo Evaluacom, un ser de enormes proporciones, con ojos como cuentas y una voz que retumbaba como un tambor.
"¡¿Por qué han venido aquí? !" – rugió.
Los amigos se miraron, y Lía, tomando valor, dio un paso adelante.
"Venimos a saber la verdad. Se dice que sos un monstruo que asusta, pero creemos que debes estar malinterpretado."
"Claro, estamos seguros de que podés ser amable" – añadió Milo.
La mirada del Monstruo se suavizó un poco.
"Me dicen monstruo porque me gustan los números, las cuentas y las evaluaciones. Pero estaré solo si nadie comprende que también son divertidas y útiles" – respondió, con un suspiro pesado.
"¡Pero claro que pueden ser divertidas! ¡Ya ves! ¡Nosotros queremos aprender!" – exclamó Sofía, entusiasmada.
El Monstruo los miró con curiosidad.
"¿Aprender? ¿De verdad quieren?"
"Sí, queremos saber por qué los números son tan especiales" – respondió Lía, animando a sus amigos a acercarse.
El Monstruo comenzó entonces a mostrarles los secretos de su mundo. Con cada problema resuelto, los números cobraban vida, danzando y riendo, llenando la cueva de luces y colores.
"¡Miren! ¡Es un cuadrado que se convierte en un cubo!" – gritó Milo emocionado.
"¡Y estas son las tablas de multiplicar! ¡Son como canciones!" – añadió Sofía, alucinada.
Una vez que la tarde se convirtió en noche, el Monstruo Evaluacom se convirtió en su nuevo amigo.
"Gracias por no tenerme miedo. Soy más que un monstruo, soy un maestro de los números."
"¡Y cada vez que estudien y se diviertan con las matemáticas, yo estaré aquí para ayudarlos!" – sonrió, dando un abrazo cálido a cada uno.
Los tres amigos regresaron a su hogar, llevando consigo un nuevo entendimiento. Con el tiempo, Numerópolis se convirtió en un lugar donde todos los niños disfrutaban de aprender matemáticas, contando historias sobre su amigo Monstruo Evaluacom.
"¿Vieron? No hay que temerle a lo desconocido" – dijo Lía.
"Estamos juntos en esto, y podemos hacer que sea divertido" – agregó Milo.
"¡Y recordemos que siempre podemos preguntarle al Monstruo si necesitamos ayuda!" – concluyó Sofía, sonriendo con complicidad.
Desde aquel día, Numerópolis nunca volvió a ser la misma. Los números dejaron de ser temidos y el Monstruo Evaluacom se convirtió en un símbolo de aprendizaje y amistad en la ciudad. Así, los niños vivieron felices, rodeados de matemáticas, risas y un nuevo amigo que los guiaría siempre hacia el conocimiento.
FIN.