El monstruo goloso


Había una vez un monstruo muy peculiar llamado Monchito. A diferencia de los demás monstruos, a Monchito le encantaban las galletas. No podía resistirse a su delicioso sabor y siempre estaba buscando la forma de conseguir más.

Un día, mientras Monchito paseaba por el bosque en busca de galletas, se encontró con su amiga Alicia, una niña muy curiosa que también adoraba las galletas. - ¡Hola Monchito! ¿Qué haces por aquí? - saludó Alicia con entusiasmo.

- Hola Alicia. Estoy buscando galletas para comer. ¿Quieres acompañarme? Alicia sonrió y aceptó encantada la invitación. Juntos caminaron por el bosque hasta que llegaron a una pequeña cabaña.

En ella vivía Doña Rosita, una anciana amable y generosa que siempre tenía un tarro lleno de deliciosas galletas caseras. - ¡Buenos días! ¿En qué puedo ayudarlos? - preguntó Doña Rosita al ver a los dos amigos frente a su puerta. - Hola Doña Rosita.

Estamos buscando galletas para comer, ¿tiene alguna para nosotros? - preguntó Monchito emocionado. Doña Rosita les ofreció unas ricas galletitas recién horneadas y ellos las devoraron enseguida. - ¡Están deliciosas! - exclamó Alicia con la boca llena de migajas.

Monchito asintió emocionado y le preguntó a Doña Rosita si podían volver al día siguiente por más galletitas. La anciana aceptó encantada y les dijo que siempre tendría galletas para ellos.

Así, día tras día, Monchito y Alicia visitaban a Doña Rosita en busca de sus deliciosas galletas. Pero con el tiempo, Monchito comenzó a notar algo preocupante: estaba comiendo demasiadas galletas y eso no era bueno para su salud.

- Alicia, tengo miedo de enfermarme por comer tantas galletas - confesó Monchito con tristeza. Alicia comprendió la preocupación de su amigo y decidió ayudarlo. Juntos idearon un plan para controlar la cantidad de galletas que Monchito comía. Decidieron establecer un límite diario y compartir las galletitas entre ellos.

Al principio fue difícil para Monchito resistirse a comer más de lo permitido, pero poco a poco fue adquiriendo fuerza de voluntad. Además, descubrió que disfrutar cada bocado con calma hacía que las galletas fueran aún más sabrosas.

Con el tiempo, Monchito aprendió a equilibrar su amor por las galletas con una alimentación saludable. Aprendió que no había nada malo en disfrutarlas de vez en cuando, pero también entendió la importancia de cuidar su cuerpo.

Doña Rosita se alegró mucho al ver los cambios positivos en Monchito y Alicia. Les felicitó por su determinación y les regaló una caja llena de recetas sanas para preparar juntos.

Desde aquel día, Monchito se convirtió en un ejemplo para otros monstruos que también tenían problemas con las golosinas. Compartía sus experiencias y enseñaba a los demás sobre la importancia del equilibrio en la alimentación.

Y así, Monchito demostró que no importa cuántas galletas comas, lo más importante es aprender a cuidar de ti mismo y disfrutar de las cosas buenas de la vida con moderación.

Dirección del Cuentito copiada!