El Monstruo Invisible



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, vivía una niña llamada Lía. Era una chica curiosa y siempre se preguntaba sobre el mundo que la rodeaba. Sin embargo, había algo que le generaba un gran miedo: un monstruo invisible que, según sus amigos, vivía en el bosque cercano. "- No te acerques al bosque - le decían sus amigos. - Ese monstruo invisible es muy peligroso!".

Un día, Lía decidió que ya era hora de descubrir si realmente existía ese monstruo. Con un corazón valiente y su mochila llena de bocadillos, se adentró en el bosque. El sol entraba a raudales entre las ramas, y el canto de los pájaros la acompañaba.

Mientras caminaba, Lía escuchó un ruido extraño. "- ¡Hola! ¿Quién anda ahí?" preguntó, un poco asustada pero decidida. De repente, un susurro suave se oyó entre los árboles. "- Soy yo, el monstruo invisible" dijo una voz. Lía, asombrada, miró a su alrededor. "- Pero, ¿dónde estás?".

"- No puedes verme, pero estoy aquí, justo a tu lado. La gente me teme porque creen que soy malo. Pero en realidad, solo soy un monstruo solitario que busca un amigo". Lía, sintiéndose extrañamente aliviada, se acercó un poco más. "- ¿Por qué no te dejas ver?".

"- Me gustaría, pero no sé cómo hacer que mi cuerpo se muestre. Muchas veces hice travesuras para divertirme, pero la gente no lo entendía y me llamaba monstruo". Lía pensó por un momento. "- Tal vez, si fuéramos amigos, podrías enseñarme a verte. Yo podría ayudarte a hacer que otros te conozcan...".

El monstruo, emocionado, contestó: "- Eso sería genial. Pero, primero, necesitaré tu ayuda para demostrarles a todos que no soy malo".

A partir de ese día, Lía y el monstruo invisible se hicieron inseparables. Pasaban horas explorando el bosque y jugando juntos. Lía pronto descubrió que el monstruo podía hacer cosas divertidas: hacía bailar las hojas de los árboles y soplaba el viento con su risa.

Un día, Lía tuvo una idea brillante. "- Vamos a hacer una fiesta en el pueblo!" gritó. El monstruo, confundido, preguntó: "- ¿Cómo? La gente nunca vendrá si saben que estoy allí " .

"- Bueno, puedo decirles que es una fiesta de amistad, y si ellos ven lo divertidos que somos juntos, tal vez cambiarán de opinión!". Y así, decidieron organizar la primera fiesta del pueblo en el claro del bosque. Lía habló con todos sus amigos y les prometió que habría sorpresas.

El día de la fiesta llegó y el bosque se llenó de risas. Lía animó a los niños a participar en juegos, pero cuando un grupo se adentró más, el monstruo estaba nervioso. "- ¿Y si no les gusta lo que hago?".

"- Lo importante es que seas tú mismo. Vamos a hacer esto juntos!". En ese momento, Lía tomó la mano del monstruo y lo guió hasta el centro del claro. Todos se dieron vuelta, expectantes. "- ¡Chicos, les presento al monstruo invisible!".

Los niños murmuraban, asustados, pero Lía siguió con valentía. "- No tengan miedo, él es muy divertido y quiere ser su amigo!". El monstruo decidió entonces intentar hacer algunos de sus trucos: empezó a mover ramas y crear sombras misteriosas que hacían reír a todos.

De repente, uno de los niños gritó: "- ¡Miren, se ve un poco!". Todos se acercaron y, para sorpresa de Lía, comenzaron a ver las formas que creaba entre las hojas: una mariposa, un gato y, finalmente, se formó una figura brillante.

El monstruo se sonrojó, y sus temores fueron disipándose al ver las risas de los niños. "- ¡Sos increíble!" gritó Lía, y ante eso, el monstruo se sintió feliz. Aquella noche, todos cenaron juntos, y los niños comenzaron a acercarse a Lía y al monstruo con nuevas miradas.

Así, el monstruo invisible pasó de ser un ser temido a ser conocido como el amigo especial del bosque. Todos aprendieron que a veces lo que parece aterrador solo necesita un amigo que lo escuche. Lía y el monstruo continuaron sus aventuras, demostrando que la verdadera amistad puede vencer cualquier temor.

Al regresar a su casa esa noche, Lía sonrió, sabiendo que el monstruo invisible no solo había encontrado un amigo, sino que había hecho que el pueblo entero comprendiera la belleza de aceptar a los demás tal como son. Después de todo, a veces necesitamos mirar más allá de lo que no podemos ver.

Y así, Lía aprendió que los verdaderos monstruos no son aquellos que tememos, sino los miedos que llevamos dentro, y que con un poco de valentía y amistad, podemos superarlos.

FIN.

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