El Monstruo, la Niña y el Dragón del Castillo
Era un hermoso día soleado cuando un Monstruo de Colores decidió salir de su casa en el bosque. Este monstruo no era como los que se cuentan en los cuentos; él tenía un cuerpo brillante y colorido que, a veces, cambiaba de color según su estado de ánimo. Aquel día, el Monstruo se sintió muy alegre y de un azul radiante. Paseando, se encontró con algo inesperado: ¡un inmenso castillo al final de la colina!
El Monstruo se acercó, curioso. Pero algo lo detuvo: escuchó un rugido fuerte y un poco temible.
"¿Qué será eso?" pensó el Monstruo. Con valentía, se acercó más al castillo. Justo en la entrada, conoció a una niña que miraba hacia las grandes puertas del castillo.
"Hola, soy el Monstruo de Colores. ¿Te gustaría contármelo? ¿Qué haces aquí tan solita?"
La niña se sorprendió al ver al Monstruo, pero su curiosidad fue más fuerte que su miedo.
"Hola, yo soy Ana. Estoy buscando una forma de entrar al castillo porque he oído que hay un dragón que protege un tesoro mágico. Pero... tengo un poquito de miedo".
El Monstruo asintió.
"Yo también tengo un poco de miedo, pero creo que podemos ayudarnos mutuamente. ¿Qué tal si vamos juntos?"
Ana sonrió, sintiendo que el Monstruo era un buen compañero. Juntos decidieron entrar al castillo, pero cuando empujaron las puertas, ¡sorpresa! Las puertas chirriaron y se abrieron para revelar un gran pasillo oscuro. El Monstruo cambió a un color amarillo claro, reflejando su incertidumbre, mientras que Ana se aferraba a su mano.
"Vamos, no hay que tener miedo. ¡Tú eres el Monstruo de Colores!"
La niña le dio ánimo y juntos comenzaron a caminar. A medida que avanzaban, escucharon otro rugido. Esta vez, era más cercano.
"Creo que ahí está el dragón" dijo Ana con un hilo de voz, temblando un poco.
"No te preocupes, estoy aquí contigo. Recuerda, los dragones también pueden ser bondadosos, solo hay que encontrar la manera de llegar a ellos".
Cuando los dos llegaron a la gran sala, se encontraron con un dragón de escamas verdes como esmeraldas y ojos amarillos que brillaban. El dragón los miró con curiosidad.
"¿Quiénes son ustedes para entrar en mi castillo?" rugió el dragón, pero su voz no era amenazante, sino más bien inquisitiva.
Ana se armó de valor y respondió:
"¡Hola! Soy Ana y él es el Monstruo de Colores. Venimos a buscar el tesoro mágico, pero queremos saber más sobre ti. No queremos pelear!"
El dragón arqueó una ceja.
"¿A mí? ¿Un dragón que se la pasa solo en este viejo castillo?"
"Sí, porque escuchamos historias sobre ti, y pensamos que podrías ser un guardián de algo especial".
El dragón, conmovido, bajó su mirada y suspiró.
"Soy el guardián del tesoro, pero no lo guardo para mí. Decidí protegerlo porque hace años, algunas personas solo venían a robarlo. Ese tesoro no es solo oro y joyas, es un libro mágico que concede deseos, pero también es muy peligroso si cae en las manos equivocadas".
Ana y el Monstruo de Colores se miraron sorprendidos.
"Entendemos, pero nosotros no venimos a robar. Venimos a aprender y a ayudar. ¿Podrías compartirlo con nosotros?"
El dragón, intrigado, comenzó a sentir que quizás no todos los que llegaban a su castillo eran malos.
"Si pueden demostrar que son dignos, tal vez pueda confiarles el secreto del tesoro".
Ana y el Monstruo se lanzaron a la aventura de resolver cuatro pruebas que el dragón había preparado. En cada una de ellas, tuvieron que trabajar en equipo, ayudarse mutuamente, y sobre todo, demostrar valentía y bondad.
Después de completar todas las pruebas, el dragón sonrió.
"Finalmente he encontrado verdaderos amigos. El tesoro está dentro de este libro. No solo les concederá deseos, sino que también les enseñará el valor de la amistad, el amor y la confianza".
Ana y el Monstruo se miraron y asintieron con emoción.
"Estamos listos. Queremos compartirlo con todos, ayudar a quienes lo necesiten".
El dragón les entregó el libro. Desde ese día, el Monstruo de Colores, Ana y el dragón se hicieron amigos inseparables, explorando juntos el mundo, llevando un mensaje de bondad y valentía a todos los rincones que visitaban.
Y así, el Monstruo de Colores aprendió que a veces, el verdadero tesoro está en las amistades que cultivamos, y que nuestras diferencias pueden ser puentes en lugar de muros.
Fin.
FIN.