El Monstruo Morado y el Halloween de la Amistad
Había una vez, en un pequeño pueblo, un monstruo morado llamado Morfi. Cada Halloween, Morfi salía de su cueva para recorrer las calles, pero en lugar de encontrar amigos, solo llegaba a asustar a todos.
Morfi era un monstruo simpático, con grandes ojos y una sonrisa que hacía que sus mejillas se iluminaran. Sin embargo, su piel morada y su estatura imponente asustaban a los niños del pueblo. Cada vez que Morfi se acercaba, los niños se escondían y sus padres cerraban las puertas rápidamente.
Un día, mientras Morfi caminaba por el pueblo, escuchó a un grupo de niños hablando.
"¡Es el monstruo! ¡Huye!" - gritó una niña, asustada.
Morfi, con el corazón triste, decidió volver a su cueva.
Llorando, pensó en cómo podría hacer amigos. "Quizás necesito un plan", se dijo a sí mismo. Esa noche, mientras todos estaban preparando sus disfraces, el monstruo decidió hacer algo diferente.
Al amanecer, Morfi se puso un sombrero de payaso y una nariz roja de goma. Se miró al espejo y pensó que se veía gracioso. Con cuidado, salió de su cueva dispuesto a hacer reír a los niños.
Cuando llegó a la plaza, vio a los mismos niños que lo habían asustado antes. Con su mejor voz de payaso, Morfi gritó:
"¡Hola, chicos! Estos son mis trucos de Halloween. ¡Miren esto!" - y comenzó a hacer una serie de payasadas torpes.
Los niños, al principio un poco asustados, comenzaron a reírse. Uno de ellos, llamado Tomás, se acercó con curiosidad.
"¿Eres un monstruo payaso?" - preguntó Tomás, riendo.
"Soy Morfi, el monstruo morado, ¡y soy un amigo! Solo quiero hacerlos reír y jugar con ustedes en este Halloween."
Los niños, unidos por la curiosidad, se acercaron lentamente. Uno de ellos, Clara, tuvo el valor de decir:
"No tenés que asustarnos. Si querés, podemos jugar. ¿Qué tal un concurso de disfraces?"
Morfi, emocionado, aceptó el desafío. Para su sorpresa, los niños comenzaron a decorarlo con cintas de colores y escarcha brillante. El monstruo morado se transformó en el más adorable payaso del pueblo.
"¡Miren! ¡Soy el monstruo más colorido del mundo!" - exclamó Morfi, girando sobre sí mismo.
Y así fue como Morfi se unió a los niños en un concurso de disfraces. Los habitantes del pueblo, al escuchar las risas, salieron de sus casas, y pronto se dieron cuenta de que el monstruo morado no era tan aterrador después de todo.
"¡Bravo, Morfi! ¡Eres el mejor!" - vitorearon los niños.
Con cada risa, el miedo se desvanecía. Morfi, una vez más, se sentía querido y aceptado. Al final del día, los niños decidieron que querían que Morfi se uniera a sus festividades cada Halloween.
"Morfi, ¿puedes venir el año que viene?" - preguntó Clara.
"¡Claro! ¡Seré parte de la mejor fiesta de Halloween!" - respondió el monstruo con alegría.
Desde aquel día, Morfi se convirtió en el alma de la celebración. Ya no era solo un monstruo morado; era el monstruo de la amistad, siempre riendo y divirtiéndose con los niños.
Los padres, al ver lo feliz que era Morfi, decidieron que ya no era necesario tener miedo de aquel monstruo simpático. Y así, Morfi y los niños aprendieron que no importa cómo se ve uno por fuera, lo importante es el corazón y el deseo de hacer amigos.
Y así, en cada Halloween, el pueblo celebraba la festividad con un gran desfile en honor al monstruo morado, recordando que a veces, las apariencias engañan y que la verdadera amistad puede encontrarse en los lugares más inesperados.
FIN.