El monstruo que buscaba amor
Había una vez un pequeño pueblo en el que vivían todas las emociones del mundo. Cada emoción tenía su propia casita y se llevaban muy bien entre ellas.
Pero había dos emociones que siempre estaban juntas: Miedo y Susto. Miedo era un poco tímido y siempre estaba preocupado por todo. Susto, en cambio, era muy valiente y siempre trataba de animar a Miedo para que dejara de tener miedo de todo.
Un día, mientras paseaban por el bosque, Miedo vio algo que le dio mucho susto. Era un enorme monstruo con dientes afilados y garras largas. Miedo temblaba tanto que no podía moverse. "¡M-m-mira! ¡U-un m-m-monstruo!", tartamudeó Miedo.
Susto miró hacia donde señalaba su amigo y también se asustó al ver al monstruo gigante. Pero en lugar de quedarse paralizado como Miedo, decidió enfrentarlo. "¡Vamos, Miedo! No podemos dejar que ese monstruo nos asuste", exclamó Susto con valentía.
Los dos amigos comenzaron a correr lo más rápido que pudieron para escapar del monstruo. A medida que corrían, sus corazones latían tan fuerte como tambores de guerra. Pero entonces ocurrió algo inesperado: el monstruo tropezó con una rama y cayó al suelo.
Cuando se levantó, parecía más triste que asustador. "¿E-estás bien?", preguntó tímidamente Miedo mientras ayudaba al monstruo a ponerse de pie. El monstruo miró a los dos amigos con ojos tristes y suspiró. "Sí, estoy bien.
Pero en realidad, no soy un monstruo malo. Solo me asusté al verlos correr tan rápido", explicó el monstruo con voz suave. Miedo y Susto se miraron sorprendidos. Nunca habían conocido a alguien que les tuviera miedo a ellos.
"Lo siento mucho si te asustamos. No queríamos hacerte daño", dijo Miedo con tristeza. El monstruo sonrió y les contó su historia.
Resulta que él también tenía miedo de muchas cosas y por eso siempre actuaba como un monstruo feroz para espantar a los demás. Pero en realidad, solo quería ser amado y aceptado. Los ojos de Miedo se llenaron de lágrimas mientras escuchaba la historia del monstruo.
Comprendió cómo se sentía y decidió hacer algo al respecto. "Amigo, ya no tienes que actuar como un monstruo para tener amigos. Nosotros te aceptamos tal como eres", dijo Miedo con cariño.
El corazón del monstruo se llenó de alegría al escuchar esas palabras y abrazó a sus nuevos amigos emocionado. A partir de ese día, el pueblo entero aprendió una valiosa lección: nunca juzgar a alguien por su apariencia o sus acciones, porque todos tenemos miedos e inseguridades ocultas dentro de nosotros.
Y así fue como Miedo, Susto y el ex-monstruo vivieron felices para siempre en el pequeño pueblo lleno de emociones, aprendiendo juntos sobre el amor, la amistad y la importancia de aceptarnos unos a otros tal como somos.
FIN.