El Monstruo que Descubrió el Helado



Había una vez un niño llamado Julián que vivía en un pequeño pueblo lleno de colores. Desde que tenía memoria, Julián se había convencido de que era un monstruo. Tenía una gran imaginación, y aunque no era un monstruo de verdad, a él le encantaba pensar que sí lo era. Por eso, su comida favorita eran los crayones de colores.

El niño pasaba horas dibujando monstruos en su cuaderno y, después de crear sus obras maestras, se comía sus crayones.

"¡Mmmm, qué ricos son estos crayones azul y rojo!" - decía mientras masticaba, disfrutando del sabor.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, escuchó que un heladero llegó al lugar. El sonido de la campanita del carrito llenó el aire dulce y fresco. Julián, curioso, se acercó y vio a sus amigos disfrutando del helado.

"¿Qué es eso?" - preguntó, mirándolos con desconfianza.

"Es helado, Julián. ¡Es lo más rico que hay!" - le respondió su amiga Lucía, mientras saboreaba un cucurucho de frutilla.

"Se ve raro..." - frunció el ceño, recordando que solo comía crayones. Sin embargo, algo dentro de él le decía que tenía que probarlo.

Finalmente, decidió acercarse al carrito. El heladero, con una sonrisa amable, le preguntó:

"¿Qué sabor te gustaría probar?"

Julián nerviosamente miró los colores del helado.

"No sé... tal vez el azul, porque es similar al crayón que más me gusta."

El heladero le sirvió una bola de helado azul en un cucurucho. Julián tomó el cucurucho con las manos temblorosas y, después de un momento de duda, le dio un gran mordisco.

"¡Wow! Este helado es... ¡increíble!" - exclamó, con los ojos abiertos como platos.

Al instante, se dio cuenta de que había estado comiendo crayones cuando podía haber estado disfrutando de algo mucho más rico.

"¿Puedo probar más sabores?" - preguntó emocionado.

"¡Claro, prueba todo lo que quieras!" - le respondió el heladero, riendo.

Así fue como Julián se convirtió en el niño más feliz del parque. Probó helado de frutilla, menta, chocolate y muchos más sabores. Era una explosión de frescura y dulzura en su boca.

Después de ese día, Julián ya no volvió a comer crayones. Se dio cuenta de que podía seguir siendo un monstruo, pero un monstruo que también amaba el helado.

Regresó a casa, contento, y le contó a su mamá sobre su nueva descubrimiento.

"Mamá, hoy probé algo maravilloso. ¡Era helado!"

Su mamá sonrió, y le dijo:

"¡Qué bueno, campeón! Me alegra que hayas descubierto algo nuevo y delicioso. ¿Ves? A veces, probar cosas nuevas puede ser muy divertido."

A partir de ese día, Julián se convirtió en un explorador de sabores. Cada semana, iba al parque a probar un nuevo sabor de helado. A veces, invitaba a sus amigos, y disfrutaban juntos riendo y compartiendo.

Y así, Julián sigue siendo un monstruo, pero un monstruo queama la creatividad y la diversión. Nunca más comió crayones y, en cambio, se deleitó con un mundo lleno de sabores, amistad y dulzura. Porque, al final, ser un monstruo no significa hacer cosas raras, sino disfrutar de la vida al máximo.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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