El monstruo que quería ir a la escuela

Había una vez un monstruo muy especial llamado Mimo, que vivía en lo más profundo del bosque. A diferencia de los demás monstruos que asustaban a los humanos, a Mimo le encantaba la idea de aprender y quería pasar clases con los niños humanos. Pero sabía que no sería fácil, ya que los humanos solían temer a los monstruos. Decidido a cambiar esa percepción, Mimo se puso en marcha en busca de una solución. En su travesía, se encontró con una hada bondadosa que le ofreció ayuda. "Hola, querido Mimo. Veo en tu corazón el deseo sincero de aprender. Te ayudaré a cumplir tu sueño", dijo el hada con una sonrisa.

El hada le dio a Mimo un hechizo especial que lo haría parecer completamente humano. Con su nueva apariencia, Mimo se presentó en la escuela local y pidió al director que le permitiera asistir a clases. Al principio, los niños se sorprendieron al ver a Mimo, pero pronto descubrieron que era amable y divertido. Juntos, vivieron emocionantes aventuras en el aula y demostraron que la verdadera amistad trasciende las diferencias. Pero un día, el hechizo de Mimo comenzó a desvanecerse, revelando su verdadera forma monstruosa. Los niños, asustados al principio, recordaron lo amable y generoso que siempre había sido Mimo, y lo aceptaron tal como era. Con el apoyo de sus nuevos amigos, Mimo logró convencer al director de la escuela de que los monstruos también merecían aprender. Así, se convirtió en el primer monstruo en asistir a clases con humanos, inspirando a otros seres mágicos a seguir su ejemplo.

Con el tiempo, la convivencia entre humanos y monstruos se volvió común, y Mimo demostró que la amistad y el deseo de aprender pueden superar cualquier barrera. Desde entonces, las aulas se llenaron de risas y aprendizaje, sin importar la apariencia de sus estudiantes. Mimo se convirtió en un símbolo de diversidad y amistad, recordando a todos que la verdadera belleza está en el interior. Y así, juntos, humanos y monstruos vivieron felices para siempre.