El Monstruo que Quería un Amigo



Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pequeño pueblo donde todos los días se reía y jugaba con sus amigos. Sin embargo, había una cosa que lo hacía diferente: Lucas creía que era un monstruo. Su pelo era despeinado, tenía dientes grandes y siempre hacía gestos divertidos. A veces se miraba al espejo y decía:

- Soy un monstruo muy especial.

Un día, decidió que quería un amigo monstruo, alguien que lo entendiera. Así que se vistió con una capa hecha de una manta de su cama y salió en busca de su amigo monstruo.

Recorrió el bosque que estaba cerca de su casa y gritó:

- ¡Hola, monstruos! ¡Soy Lucas y estoy buscando un amigo, un monstruo como yo!

Pasó un rato, y cuando estaba por rendirse, escuchó un sonido detrás de unos arbustos. Se acercó con cautela y, de repente, apareció una criatura de color verde con ojos enormes y una gran sonrisa.

- ¡Hola! Soy Timo, el monstruo divertido. ¿Qué haces por aquí?

- Estoy buscando un amigo monstruo, alguien que sea como yo - respondió Lucas con entusiasmo.

Timo se rió y dijo:

- Pero, ¡si sos increíble! ¿No ves? ¡Tenés dientes de monstruo y un corazón gigante!

Lucas, sonriendo, dijo:

- Pero no tengo a nadie con quien jugar. Todos mis amigos son humanos.

- Tal vez no necesitas a un amigo monstruo, sino a amigos que te acepten como sos - sugirió Timo.

Lucas se quedó pensando. ¿Sería eso cierto? Decidió invitar a Timo a su casa y presentarlo a sus amigos. Al principio, se sintió un poco nervioso, pero Timo lo animó:

- ¡Vamos! Ellos van a ver lo divertido que soy!

Así que los dos fueron al parque donde todos sus amigos jugaban. Lucas, con un poco de miedo, se acercó al grupo y dijo:

- ¡Chicos! Les presento a mi nuevo amigo, Timo. ¡Es un monstruo!

Los amigos miraron a Timo con curiosidad. Uno de ellos, Ana, se acercó y dijo:

- ¡Hola, Timo! ¿Te gustan las carreras?

Timo sonrió,

- ¡Me encantan las carreras! ¡Podemos hacer una competencia si quieren!

Los chicos comenzaron a jugar y la risa llenó el aire. Lucas se sintió feliz al ver que sus amigos aceptaban a Timo y se divertían juntos.

Sin embargo, llegó un momento en que los amigos comenzaron a sentirse un poco incómodos. Sin querer, Timo empezó a hacer ruido y asustó a un par de gorriones que volaban cerca. Uno de los chicos, Tomás, dijo:

- Eh, Timo, no creo que a los pájaros les guste tanto ruido...

Timo reaccionó triste:

- Perdón, no quise asustarlos. No soy un monstruo malo, solo quiero jugar.

Lucas, recordando lo que Timo le había enseñado, se acercó y dijo:

- Todos somos diferentes, y eso está bien. Pero siempre hay que respetar a los demás, incluso a los pajaritos.

Los amigos asintieron y decidieron que sería divertido jugar en silencio, así podrían disfrutar de la naturaleza alrededor. Jugaron durante horas, corriendo, saltando y riendo juntos. Lucas se sintió más feliz que nunca.

Al final del día, cuando ya se despedían, uno de los amigos le dijo a Timo:

- ¡Me encanta jugar contigo! Cuando quieras, ven otra vez. Eres un amigo monstruoso especial.

Lucas sonrió, y mientras se iba a casa, miró a Timo y le dijo:

- No necesito ser un monstruo para tener amigos. Puedo ser solo yo mismo

Timo asintió y sonrió. Y desde ese día, Lucas entendió que todos somos únicos y especiales a nuestra manera. No importaba si uno era un niño o un monstruo. Lo importante era ser uno mismo y hacer amigos, sin importar cómo nos veamos.

Y así, Lucas y Timo siguieron siendo amigos, compartiendo risas y aventuras en el pueblo, recordando que la verdadera amistad no tiene forma ni tamaño.

Fin.

FIN.

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