El Monte de la Verdad


Había una vez un pequeño pueblo al pie de una gran montaña llamada "Monte de la Verdad".

Los habitantes del pueblo se sentían muy orgullosos de vivir tan cerca de la montaña, ya que creían que en ella residía un gran gurú que les enseñaría la verdad sobre todas las cosas. Un día, un niño llamado Tomás decidió escalar la montaña para encontrar al gurú y aprender todo lo que pudiera.

Empezó su ascenso temprano en la mañana y pronto se dio cuenta de lo difícil que sería llegar a la cima. La subida era empinada y el camino estaba lleno de obstáculos. Pero Tomás no se rindió.

Continuó escalando con determinación hasta llegar a una cueva en lo alto de la montaña. Allí encontró al gurú, quien le dijo: "Bienvenido, hijo mío. ¿Qué buscas aquí?"Tomás respondió: "Busco la verdad, señor".

El gurú sonrió y le dijo: "La verdad está dentro tuyo, no en esta montaña ni en ningún otro lugar. Lo único que puedo hacer es guiarte hacia ella". Y así comenzaron las enseñanzas del gurú para Tomás.

Cada día aprendía algo nuevo sobre sí mismo y sobre el mundo que lo rodeaba. Aprendió a ser más compasivo con los demás y a valorar cada momento como si fuera el último.

Un día, mientras caminaban juntos por el bosque cercano, el gurú le preguntó a Tomás: "¿Qué ves allí arriba en el cielo?"Tomás levantó su mirada hacia el cielo azul y respondió: "Veo el sol, las nubes y los pájaros". El gurú asintió con la cabeza y le dijo: "Muy bien.

Pero, ¿dónde está Dios?"Tomás se quedó pensando por un momento y luego respondió: "No lo sé, señor. ¿Dónde está?"El gurú sonrió de nuevo y le dijo: "Dios está en todas partes, hijo mío.

En cada rayo de sol que ilumina tu camino, en cada brisa que te acaricia el rostro, en cada ser vivo que habita este mundo". Tomás comprendió entonces que no necesitaba escalar una montaña para encontrar a Dios o a la verdad.

Todo lo que necesitaba estaba dentro suyo y a su alrededor. Con esta nueva sabiduría, Tomás bajó de la montaña y regresó a su pueblo para compartir sus enseñanzas con los demás habitantes. Y así se convirtió en un guía espiritual para muchos.

Desde ese día, todos los habitantes del pueblo aprendieron a buscar la verdad dentro suyo y a valorar cada momento como si fuera el último.

Y aunque nunca más volvieron a subir al Monte de la Verdad buscando respuestas externas, siempre recordaron aquellos días en los que Tomás encontró al gurú y descubrió la verdadera fuente del conocimiento.

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