El Montuvio Soñado



En un pequeño pueblo de la costa ecuatoriana, vivía un joven llamado Pichón. Era un niño curioso y lleno de sueños, que pasaba sus días explorando los rincones del manglar y disfrutando de la naturaleza. Un día, mientras pescaba con su abuelo, se dio cuenta de que quería hacer algo más por su pueblo.

- “Abuelo, quiero crear un proyecto para proteger nuestro hogar, el manglar. Todos merecemos disfrutar de su belleza”, dijo Pichón con pasión.

El abuelo lo miró con orgullo y le respondió:

- “Eso es un gran sueño, Pichón. Pero recuerda que para hacer una buena idea realidad, debes tener aliados. La unión hace la fuerza”.

Pichón se puso a trabajar en su proyecto. Primero, decidió hablar con sus amigos del barrio.

- “Hola chicos, ¿quieren ayudarme a cuidar el manglar? Vamos a hacer una limpieza y replantar algunas especies”, invitó con entusiasmo.

Los amigos, animados por la propuesta, aceptaron de inmediato. Pero había un problema: su barrio nunca había trabajado en equipo, y las dudas comenzaron a surgir.

- “Pero ¿y si no tenemos suficientes manos? ”, preguntó María, una de las chicas.

- “Podemos invitar a los vecinos. Siempre que vean nuestra causa, vendrán a ayudarnos”, sugirió Pichón.

Así, Pichón y sus amigos comenzaron a difundir su sueño. Hicieron carteles coloridos y hablaron con los adultos del barrio. El día de la limpieza se acercaba, y la emoción crecía. Sin embargo, una tormenta se desató una noche antes del gran evento.

- “¡Oh no, todo nuestro trabajo se va a arruinar! ”, exclamó Tomás, preocupado por cómo afectaría al manglar.

- “No nos desanimemos. La lluvia también es parte de la vida del manglar. Solo tenemos que ser valientes y seguir adelante”, les advirtió Pichón.

El día de la limpieza, solo unos pocos llegaron al manglar, y Pichón sintió que su sueño se desvanecía. Pero cuando miró alrededor, vio que algunos vecinos pasaban y se sumaban a la causa.

- “¡Vamos a ayudar! No podemos dejar que nuestro manglar se muera”, gritó un vecino, Samir, mientras traía su pala. Poco a poco, más personas comenzaron a llegar. La comunidad se unió, y Pichón sonrió, sintiendo que su sueño se volvía realidad.

Al finalizar el día, el manglar lucía más limpio y hermoso que nunca. Todos estaban cansados, pero satisfechos.

- “Lo logramos, Pichón. Juntos podemos hacer grandes cosas”, dijo María, mirando al joven líder con admiración.

- “Este es solo el comienzo. El manglar necesita más cuidados, ¡y nosotros somos la solución! ”, respondió Pichón, sus ojos brillando de entusiasmo.

Con el apoyo de su comunidad, Pichón propuso más actividades. Organizaron talleres sobre la importancia del manglar y cómo cuidarlo. Pichón se volvió un joven referente en su barrio, y rápidamente, otros pueblos comenzaron a copiar su idea.

El tiempo pasó y el manglar floreció. Pichón descubrió que los sueños se construyen a través de la acción y el trabajo en equipo. Su esfuerzo no solo revitalizó la naturaleza, sino que también unió a su comunidad. Hicieron del manglar no solo un lugar hermoso, sino un símbolo de esperanza y colaboración.

- “¿Ves, abuelo? ¡Lo logramos! El manglar nos enseña sobre unidos somos más fuertes”, dijo Pichón un día mientras caminaban por la playa.

- “Sí, Pichón. Y tu sueño ha inspirado a muchos. Nunca dejes de soñar y de actuar”, respondió el abuelo sonriendo con orgullo.

Así, Pichón aprendió que los sueños, por grandes que sean, están al alcance de todos si trabajamos juntos. Y así, el joven montuvio se convirtió en un ejemplo de perseverancia y amor por la naturaleza para las futuras generaciones.

FIN.

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