El mote mágico



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, una abuela llamada Rosa que era famosa por sus deliciosas comidas tradicionales. En su cocina, al lado del fogón, había ollas llenas de aromáticos guisos y cazuelas humeantes.

La mesa estaba siempre llena de platos coloridos y apetitosos, y los asientos esperaban pacientemente a los comensales. Un día soleado, Rosa decidió contarles a sus nietos la historia del mote, un alimento ancestral muy especial.

Los niños se sentaron alrededor de la mesa mientras ella comenzaba su relato. "Queridos niños, les voy a contar sobre el mote. El mote es un grano muy antiguo que nuestros ancestros cultivaban hace muchísimo tiempo.

Era considerado un tesoro porque nos daba energía y nutrición para nuestras tareas diarias". Los ojos de los niños se iluminaron con curiosidad mientras escuchaban atentamente.

"El mote se obtiene a partir del maíz blanco que ha sido desgranado y luego cocido en agua caliente hasta que reviente como palomitas", continuó Rosa. "Nuestros abuelos lo preparaban con mucho amor y cuidado". Los niños imaginaron el proceso en sus mentes: el maíz estallando como pequeñas explosiones dentro de la olla caliente.

"Pero lo más interesante del mote", dijo Rosa con una sonrisa pícara, "es que cada uno tenía su forma especial de disfrutarlo". Los niños inclinaron sus cabezas hacia adelante con intriga. "Algunos preferían comerlo solito, como si fueran chispitas mágicas llenas de sabor.

Otros lo mezclaban con leche y azúcar, creando un desayuno dulce y nutritivo. Y también estaba la opción de combinarlo con verduras y carnes, creando platos sabrosos que nos llenaban el corazón".

Los niños comenzaron a imaginar todas las diferentes formas en las que podrían disfrutar del mote. "Pero lo más importante", continuó Rosa, "es que el mote nos enseña una valiosa lección: cada uno de nosotros es único y especial, al igual que los distintos modos de comerlo.

Debemos celebrar nuestras diferencias y aprender a respetarnos unos a otros". Los niños asintieron con entendimiento mientras absorbían las palabras sabias de su abuela. —"Ahora" , dijo Rosa levantándose de su asiento, "vamos a preparar nuestro propio mote para cenar".

Los niños se pusieron manos a la obra, ayudando a su abuela en la cocina. Desgranaron el maíz blanco y lo colocaron en una olla junto con agua caliente sobre el fogón.

Mientras esperaban pacientemente a que reviente como palomitas, recordaron las palabras de su abuela sobre la importancia de la diversidad y el respeto. Al finalizar la cocción, todos se sentaron alrededor de la mesa nuevamente.

Cada niño preparó su propio plato especial de mote: algunos lo combinaron con frutas frescas, otros lo mezclaron con queso derretido y unos pocos optaron por comerlo solito.

Mientras compartían sus creaciones culinarias únicas, los niños sonreían entre sí sabiendo que cada uno había encontrado su forma especial de disfrutar del mote. Y así termina esta historia, queridos niños. Recuerden siempre celebrar las diferencias y respetar a los demás, al igual que nuestros ancestros lo hacían con el mote.

Ahora, ¡a disfrutar de nuestra deliciosa cena juntos! Los niños aplaudieron emocionados mientras probaban su mote especial, sabiendo que habían aprendido una valiosa lección de su abuela Rosa.

Y desde aquel día en adelante, cada vez que comían mote, recordaban el amor y la diversidad que les había enseñado su abuela en aquella maravillosa cocina al lado del fogón.

FIN.

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