El mounstruo de las suculentas
En un hermoso jardín, vivían unas plantas suculentas que eran cuidadas con amor y atención por la dulce señora Rosa.
Pero un día, unos traviesos niños comenzaron a jugar en el jardín y a tratar a las suculentas con poco cuidado. Las plantas, que podían sentir el daño, se lamentaban y lloraban por dentro. La energía negativa que crearon los niños al lastimar a las suculentas creó un mounstruo, pero no un mounstruo malo, sino uno bueno y protector.
El mounstruo, con su piel verde como las hojas y sus ojos brillantes como el sol, se levantó para cuidar a las suculentas.
Sin embargo, al ser un mounstruo diferente a los demás, no sabía cómo acercarse a los niños para mostrarles su bondad. - Hola, mounstruo, ¿por qué pareces triste? - le preguntó la señora Rosa, quien podía percibir la nobleza en su corazón.
- Es que quiero ser amigo de los niños, pero no sé cómo hacer que me quieran, - respondió el mounstruo con voz apenada. La señora Rosa sonrió con ternura y le explicó al mounstruo que el amor y la amistad se conquistaban con acciones bondadosas.
Así, el mounstruo decidió ayudar a los niños en pequeños gestos, como rescatar un gatito en un árbol o limpiar el jardín. Poco a poco, los niños comenzaron a darse cuenta de la bondad del mounstruo y a valorar su amistad.
Con el tiempo, los niños y el mounstruo se convirtieron en grandes amigos y juntos aprendieron la importancia de cuidar a la naturaleza y a todas las criaturas, grandes y pequeñas.
Desde entonces, el jardín de la señora Rosa floreció en amor y amistad, recordándoles a todos que la verdadera belleza está en el cuidado mutuo y en la bondad hacia el prójimo.
FIN.