El Moustrou del Trastrono Temporo Mandibular



En un pequeño pueblo llamado Muñecópolis, donde los muñecos cobraban vida al caer la noche, había un misterioso lugar que todos evitaban: la Casa del Trashtono. Se decía que en lo profundo de esa casa habitaba un extraño ser conocido como El Moustrou del Trastrono Temporo Mandibular. Muchos años atrás, un dulce dentista de juguete llamado Don Diente había creado un aparatejo mágico para ayudar a los muñecos que tenían problemas con sus mandíbulas. Pero, accidentalmente, un día, el aparatito se rompió y su magia se desbordó, dando vida al temido Moustrou.

Una noche, mientras todos los muñecos jugaban y se reían, una joven muñeca llamada Lila, con su cabello de lana rosa y ojos brillantes como botones, decidió que había llegado el momento de descubrir la verdad sobre aquel misterioso monstruo. "No puede ser tan malo como dicen", pensó.

"¡Lila! No vayas a la Casa del Trashtono!" - le advirtieron sus amigos, tirando de su vestido.

"¡No puedo quedarme con la curiosidad! Además, tal vez solo necesite un poco de ayuda", respondió Lila, decidida.

Cuando llegó a la Casa del Trashtono, el aire se sentía pesado y misterioso. Lila respiró hondo y, empujando la puerta, se adentró en la casa. Pronto escuchó un extraño ruido, como un chasquido y un crujido.

"¿Hola? ¿Hay alguien ahí?" - preguntó Lila, su voz temblando un poco.

Para su sorpresa, de entre las sombras apareció el Moustrou, un ser con una gran sonrisa y dos ojos enormes. Su apariencia era extraña, con una mandíbula desproporcionada que chasqueaba al hablar.

"¡Hola, pequeña muñeca! ¡Soy el Moustrou!" - dijo, saltando con alegría.

"Pero, ¡yo pensé que eras malo!" - exclamó Lila, sorprendida y un poco aliviada.

"¡Ay, no! Todo lo contrario. Fue un accidente. No puedo controlar mi mandíbula y no sé cómo volver a ser el que era" - explicó el Moustrou, con tristeza en su voz.

Lila sintió empatía por el pobre Moustrou. Nadie debería ser juzgado por su apariencia. Con una sonrisa, le dijo:

"Yo puedo ayudarte. Se me ocurre que podríamos encontrar el aparatito que creó Don Diente. Quizás aún esté en algún lugar de Muñecópolis."

A partir de ese momento, ambos se embarcaron en una emocionante aventura. Juntos buscaron pistas en cada rincón de Muñecópolis. Conocieron a un travieso monito llamado Pepi, que les ofreció su ayuda a cambio de una bolsa de caramelos.

"¿Qué tipo de caramelos?" - preguntó el Moustrou, curioso.

"¡Los más dulces que hay!" - exclamó Lila, sonriendo.

Así, los tres amigos hicieron una búsqueda maravillosa. Encontraron dispositivos viejos, piezas de ajedrez y muchas cosas más, pero no podían hallar el aparatito mágico de Don Diente.

- “¿Y si Don Diente lo escondió porque tenía miedo de lo que había pasado? ” - se preguntó Pepi, rascándose la cabeza.

- “Vamos a buscar en la vieja clínica dental. Quizás allí encontremos alguna pista”, sugirió Lila con determinación.

Cuando llegaron a la clínica, se encontraron con números y esquemas de los inventos de Don Diente. Tras unos minutos de búsqueda, Pepi dio un grito de emoción:

- “¡Lo encontré! ¡Aquí está el aparatito! ”

Pero, en ese momento, la puerta de la clínica se cerró de golpe, atrapándolos dentro.

- “¿Qué hacemos ahora? ” - preguntó Lila, nerviosa.

- “No te preocupes, podemos usar la magia del aparatito para salir y arreglar la mandíbula del Moustrou”, dijo Pepi, decidido.

Juntos, utilizaron el aparatito mientras la luz brillaba intensamente. En un instante, el Moustrou dejó de ser un monstruo y se convirtió en un mullido oso de peluche encantador que podía hablar.

- “¡Wow! ¡Soy un oso lindo ahora! ” - exclamó, pero en lugar de estar emocionado, se sintió nervioso de mostrar su nueva forma a los demás muñecos.

Lila le dio un abrazo:

- “No tengas miedo. Todos en Muñecópolis aprenderán que no importa cómo te veas, sino cómo eres por dentro”.

Al regresar a la plaza, todos los muñecos se sorprendieron, pero a Lila no le importó. No solo había ayudado al Moustrou, sino que había aprendido que la verdadera amistad se construye al entender y ayudar a los demás, sin importar las apariencias.

Y así, Muñecópolis se llenó de risas y abrazos, ya que El Moustrou del Trastrono Temporo Mandibular no solo había encontrado su forma, sino también un lugar en sus corazones.

FIN.

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