El Mundial de la Amistad



Había una vez en un barrio muy especial, donde vivían muchos amigos: Attiel, Aletti, Bauti, Lauti, Bruno, Bruno Rodríguez y Uriel. Todos ellos eran fanáticos del fútbol y estaban muy emocionados porque su país estaba disputando la final del Mundial.

Pero, para su gran tristeza, su equipo perdió y todos lloraron desconsoladamente. Se sentían muy tristes, sin ánimos de nada. -¿Qué podemos hacer para sentirnos mejor? -preguntó Bruno. -Pueden subir al árbol mágico del barrio -dijo una voz misteriosa.

Todos se miraron sorprendidos, era el espíritu del barrio. El árbol mágico era muy especial, tenía la capacidad de conceder deseos. -¿Qué tipo de deseos? -preguntó Aletti con curiosidad.

-Deseos que no involucren cambiar el resultado de un partido, pero que sí pueden traer alegría y esperanza a sus corazones -respondió el espíritu.

Los amigos decidieron subir al árbol mágico y, mientras lo rodeaban, pidieron deseos para ayudar a su comunidad, para llevar alegría a los niños enfermos del hospital, para mejorar el barrio y hacer feliz a la gente. De repente, una luz brillante iluminó el cielo y todos sintieron un calor reconfortante en sus corazones.

Al bajar del árbol mágico, notaron que su tristeza se había transformado en esperanza y alegría. Decidieron unir fuerzas para cumplir sus deseos y, poco a poco, el barrio se transformó en un lugar aún más especial, lleno de amor y solidaridad.

Descubrieron que, aunque no podemos controlar los resultados de un partido, sí podemos controlar cómo elegimos reaccionar y hacer del mundo un lugar mejor. Desde entonces, los amigos se convirtieron en héroes de su barrio, llevando siempre consigo la lección que el árbol mágico les enseñó.

Y así, el Mundial de la Amistad se convirtió en su principal fuente de alegría y esperanza.

FIN.

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