El Mundo al Revés de Lucas
Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pueblo donde todo funcionaba al revés. En este extraño lugar, las noches eran brillantes y los días oscuros. Cuando la gente se despertaba, lo hacía para dormir y cuando los animales cantaban, era porque estaban callados. Lucas había escuchado historias sobre un mundo normal, donde el sol brillaba y las flores eran de colores. Un día, decidió que quería ver cómo era eso.
- ¡Hoy voy a hacer que mi mundo sea diferente! - exclamó Lucas, lleno de entusiasmo y determinación.
Con una sonrisa, salió de su casa y se dirigió al parque. Allí encontró a sus amigos, que estaban muy entretenidos haciendo todo al revés. Estaban tratando de volar como pájaros, pero cada vez que saltaban, caían de cabeza en el césped.
- ¡Miren cómo vuelo! - gritó Tomás, dando un salto y aterrizando en una olla de barro.
- ¡Eso no es volar, Tomás! - rió Ana. - ¡Eso es caer!
- ¡Pero aquí, caer es volar! - respondió él entre risas.
Lucas observó a sus amigos y pensó: "Si ellos pueden, yo también". Se subió a un pequeño banco y, dándose un impulso, saltó. Sin embargo, olvidó que sus pies se enredaron en su pantalón, cayendo de bruces en el suelo.
- ¡Ay! - se quejó mientras se reía. - No salió como esperaba.
No se desanimó y decidió que intentaría de nuevo, pero esta vez con más planificación. Se acordó de un viejo libro que tenía sobre magia y encantamientos, donde hablaban de cómo transformar el mundo a tu alrededor. Así que se puso a hacer un hechizo.
- Tengo que hacer que todo se ponga del lado derecho - pensó mientras dibujaba un círculo en la tierra. - Necesito decir las palabras mágicas: "¡Sol y luna, cambien de fortuna!"
Los efectos de su hechizo fueron inesperados: el cielo se oscureció y comenzaron a caer peces del cielo.
- ¿Qué está pasando? - se preguntaron los niños, mirando hacia arriba, atónitos. - ¡Esto no era lo que queríamos!
Lucas se sintió decepcionado, pero no se iba a rendir. Tenía una idea brillante. Se acordó de que había un sabio anciano en el bosque que siempre tenía respuestas a todo. Sin pensarlo dos veces, fue corriendo hacia el bosque.
Una vez allí, encontró al anciano junto a un arroyo.
- ¡Hola, Lucas! - dijo el anciano con voz profunda.
- ¡Hola! Quiero conocer el mundo al derecho, donde las cosas funcionen como en los cuentos que he escuchado.
El anciano lo miró con una sonrisa sabia y le respondió:
- Para convertir el mundo, primero tienes que entenderlo. Si quieres cambiarlo, debes aprender a apreciarlo como es.
Lucas pensó un momento y le preguntó:
- Pero, ¿cómo puedo aprender a hacer eso?
- A veces, los cambios que más queremos hacer no vienen de afuera, sino de adentro - explicó el anciano. - ¿Has intentado ver las cosas desde el punto de vista de los demás?
Lucas se quedó en silencio. Había estado tan ocupado tratando de cambiar todo, que nunca había pensado en cómo se sentían sus amigos o los demás. Decidió volver a su hogar.
Al llegar, vio a Tomás y Ana intentando jugar a un juego de mesa al revés.
- ¿Les gustaría que los ayudara? - preguntó Lucas.
- ¡Claro! Pero debemos intentarlo de una manera divertida - respondió Ana.
Lucas se unió a ellos. Comenzaron a jugar, pero en lugar de frustrarse cuando las cosas no salían como esperaban, rieron y encontraron formas creativas de solucionarlo. Así, mientras jugaban, también aprendieron uno de los secretos del juego: encontrar alegría incluso en los desafíos.
- Tal vez el mundo no necesite cambiarse sino que hay que aprender a apreciarlo - sugirió Lucas mirando a sus amigos con una sonrisa.
Desde ese día, Lucas y sus amigos explotaron su creatividad en el mundo al revés. Rieron juntos, jugaron sin importar si ganaban o perdían, y cultivaron su modo único de ver la vida. Al final, Lucas comprendió que había muchas maneras de vivir en su mundo al revés y que siempre podía inspirar a otros, simplemente siendo él mismo. Y aunque nunca logró que el mundo fuera del lado correcto, siempre halló alegría en convertir cada caída en una oportunidad para volar.
Y así, aprendió que la verdadera magia estaba dentro de él y que no había nada más hermoso que la amistad y la creatividad.
FIN.