El Mundo de Caramelos de Lulu



Lulu era una niña de ocho años con una imaginación desbordante. Todos los días, después de la escuela, se sentaba en su rincón favorito del parque, un pequeño claro rodeado de árboles, donde notaba que la luz del sol se filtraba entre las hojas como si fueran caramelos derretidos. Allí, con una bolsa de caramelos de distintos sabores en la mano, soñaba que podía crear su propio mundo de golosinas.

Un día, mientras disfrutaba de un caramelo de frutilla, cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas un mundo de caramelos. "¡Ojalá todo fuera dulce y colorido!" -pensó. Y en un parpadeo, algo mágico sucedió. Cuando abrió los ojos, ya no estaba en el parque. ¡Había llegado al Mundo de Caramelos!

El aire olía a algodón de azúcar y los caminos estaban hechos de galletitas de vainilla. Sus ojos se iluminaron al ver árboles de chicles, ríos de chocolate y montañas de caramelos de todos los colores. Sin dudar, comenzó a explorar emocionada.

Mientras caminaba, un caramelo con ojos y boca comenzó a hablarle:

"¡Hola! Soy Pepi, el caramelo más dulce de todo el reino. ¿Cómo llegaste aquí, Lulu?"

"¡Hola, Pepi! Creé este lugar con mi imaginación deseando un mundo de caramelos. ¡Es maravilloso!"

"¡Oh, sí! Pero últimamente hemos tenido un problema..."

Pepi lucía preocupado y Lulu, curiosa, le preguntó:

"¿Qué problema?"

"La Reina Dulcinea ha perdido su poder. Sin su magia, los caramelos se están volviendo amargos y nadie puede disfrutar de ellos. Necesitamos encontrar su varita mágica para devolverle el sabor a nuestro mundo."

"¡Yo te ayudo!" -dijo Lulu sin dudarlo.

Juntos, emprendieron una aventura para buscar la varita mágica. Tuvieron que cruzar el Bosque de Chicles Pegajosos, donde se encontraron con criaturas curiosas como los Ositos de Gomitas que buscaban salir del bosque. Lulu se dio cuenta de que esos ositos estaban atrapados en una telaraña de caramelo. Usando su ingenio, pensó en cómo podrían escapar.

"¡Tienen que rodar y usar fuerza!" -les dijo Lulu. Los ositos se unieron para formar una bola y, con un empujón, lograron romper la telaraña. Agradecidos, los osos decidieron unirse a Lulu y Pepi en su misión.

Continuaron su travesía y llegaron a la Montaña de Caramelos de Menta. Allí, se encontraron con el dragón de caramelo, quien también estaba triste porque los sabores se desvanecían. Lulu utilizó su amor por los caramelos para convencer al dragón de ayudarlos:

"Si nos ayudas, te prometo que los caramelos volverán a ser dulces y tú podrás compartirlos con todos!"

El dragón, emocionado con la idea, accedió a llevarlos a la cueva de la Reina Dulcinea. Al llegar, vieron que la reina estaba rodeada de nubes grises y dulces amargos.

"¡Reina Dulcinea!" -gritó Lulu. "¿Cómo te podemos ayudar?"

"He perdido mi varita mágica, sin ella, no puedo hacer que el mundo sea dulce. Mi poder se desvanece."

Lulu recordó que los ositos y el dragón eran sus nuevos amigos, y decidió que podrían ayudar juntos a encontrar la varita. Pepi, con su deseo de ver a la reina sonreír, se ofreció a buscar en el Lago de Caramelo.

Después de un rato buscando, encontraron la varita atascada entre las piedras del lago. Lulu sintió una gran alegría al poder ayudar a la reina. Así que, volviendo a la cueva, la reina tocó su varita con gratitud y, en cuestión de segundos, todo se iluminó con colores vibrantes, y el aire se llenó del aroma de golosinas frescas.

"¡Lo lograste, Lulu! Gracias por tu valentía y tu imaginación. Has devuelto la dulzura a nuestro mundo."

Lulu sonrió triunfante. Aunque quería quedarse a disfrutar de ese mundo colorido, sabía que debía regresar a casa. Al abrir los ojos, se encontró de nuevo en su rincón del parque, con una sonrisa en su rostro y una bolsa de caramelos vacía, pero con el corazón lleno de alegría.

Cada vez que disfrutaba de un caramelo de ahora en adelante, recordaría que con imaginación y valentía, podía hacer que su mundo, tanto real como de fantasía, siempre fuera un poco más dulce.

FIN.

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