El Mundo de Denys



Había una vez, en un pequeño barrio de Buenos Aires, una pareja llamada Carla y Martín. Llevaban años soñando con ser padres, pero, tras intentos fallidos, decidieron adoptar a un niño. Fue entonces cuando conocieron a Denys, un niño de seis años que, a pesar de tener una discapacidad motriz, tenía una sonrisa que iluminaba cualquier habitación.

La primera vez que Carla y Martín vieron a Denys, sus corazones se llenaron de amor, pero también de incertidumbre. No sabían cómo era la vida de un niño con una discapacidad física. Mientras se dirigían a casa, se miraron preocupados.

"¿Cómo vamos a cuidar de él?", preguntó Martín, con una expresión de duda.

"No sé, pero quiero intentarlo", respondió Carla, tratando de sonreír.

Al llegar a casa, Denys observó cada rincón, los colores de las paredes y los juguetes en el suelo. Aunque su silla de ruedas le dificultaba moverse, su curiosidad no tenía límites. Se acercó a una estantería llena de libros y señaló uno de ellos.

"¡Quiero leer!", dijo mientras sus ojitos brillaban de entusiasmo.

"Claro, amor. ¿Cuál querés leer?", contestó Carla, tratando de disimular su timidez.

Denys eligió un libro sobre dinosaurios y se acomodó en su silla. A medida que leían juntos, Martín y Carla notaron la forma en que Denys describía los dinosaurios: los veía como si fueran amigos, llenos de aventuras.

"Ellos no tienen miedo de mostrar quiénes son. Como yo", dijo Denys sonriendo.

Después de un tiempo, los padres asumieron que todo sería como cualquier crianza. Pero pronto se dieron cuenta de que el mundo no estaba diseñado para un niño en silla de ruedas. Las aceras estaban llenas de bordes y había escaleras por todos lados. Un día, mientras caminaban al parque, Denys se frustró.

"No puedo ir solo, me cuesta llegar", exclamó, dejando caer una lágrima.

"Lo siento, hijo. No nos dimos cuenta...", dijo Martín, sintiéndose culpable.

Desde aquel día, Carla y Martín decidieron aprender más acerca de cómo facilitar la vida de Denys. Rápidamente comenzaron a hacer cambios en su hogar. Colocaron rampas y reordenaron los muebles para que su hijo pudiera moverse libremente.

Regresaron al parque, y esta vez hicieron un picnic. Denys se sintió feliz, pero también se dio cuenta de algo:

"Quiero jugar con los demás chicos, pero a veces me miran raro", susurró mientras jugaba con su dinosaurio de plástico.

"A veces la gente no entiende", dijo Carla, abrazándolo. "Pero nosotros te amamos y estamos aquí para ayudarte a ser fuerte y feliz."

Martín decidió que era momento de hacer algo. Se acercó a los niños en el parque y, con gran valentía, les habló sobre Denys y su entusiasmo por jugar.

"Denys es un gran amigo. Le encanta hacer amigos, ¡como a ustedes!", exclamó.

Los niños se miraron entre sí, un poco inseguros, pero pronto se acercaron a Denys.

"¿Querés jugar a la pelota con nosotros?", preguntó uno de ellos.

"¡Sí!", dijo Denys con un brillo en los ojos.

Desde ese día, la vida de Denys cambió. No solo encontró amigos en el parque, sino que también se sintió más aceptado. Sus padres estaban felices, pero sintieron que debían aprender más sobre el mundo de la discapacidad.

Así que decidieron buscar grupos de apoyo y comenzaron a conocer a otras familias que tenían experiencias similares. Se hicieron amigos de otros padres, y juntos empezaron a crear un pequeño taller donde contaban historias sobre sus hijos.

Un día, mientras compartían historias en el taller, una madre dijo:

"Es increíble cómo nuestros hijos nos enseñan a ver el mundo de forma diferente, ¿no?".

Todos asintieron, y Martín recordó las palabras de Denys sobre los dinosaurios. Esa perspectiva cambió su forma de ver la crianza:

"La discapacidad no es solo una limitación. A veces, es una forma de abrir la mente y permitir que el amor se expanda", reflexionó Martín.

Con el tiempo, Denys se volvió un niño seguro y feliz. Cada desafío era simplemente una nueva aventura. En la escuela, empezó a hablar en una asamblea sobre su experiencia.

"Todos tenemos algo especial. Yo tengo mi silla de ruedas, pero eso no me detiene. Cada uno de nosotros puede brillar", dijo Denys, mientras sus compañeros aplaudieron entusiasmados.

Sus padres miraban con orgullo, comprendiendo que habían sido enriquecidos por la vida de Denys. Aprendieron que no se trata sólo de cómo criar a un niño con discapacidad, sino de cómo tocar el corazón de los demás y construir un mundo más inclusivo, donde todos puedan brillar con sus propias luces.

Carla y Martín sonrieron y abrazaron a su hijo, sintiéndose agradecidos por todas las enseñanzas que él les había dado. Juntos, formaron una familia unida, donde la diversidad se celebraba todos los días. Sabían que el amor siempre encontraría la manera de abrir puertas, sin importar cuán grandes o pequeñas fueran.

FIN.

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