El Mundo de la Diversidad
Soraya y su madre caminaban por el parque en una tarde soleada. Soraya, con su cabello oscuro y sus ojos curiosos, no podía sacar de su mente lo que había escuchado en la escuela.
"Mami, ¿por qué la gente trata mal a otras personas solo por ser diferentes?", preguntó Soraya con tristeza en su voz. La madre de Soraya se detuvo y se agachó para estar a la altura de su hija.
Con una sonrisa amorosa, le respondió: "Mi niña, a veces las personas tienen miedo o no entienden lo que es diferente a ellos. Pero eso no significa que esté bien tratar mal a alguien por eso".
Soraya asintió con comprensión, pero aún le preocupaba lo que había visto en la escuela. De repente, un brillo especial apareció en el camino del parque y ambas vieron una puerta dorada que parecía llevar a un lugar mágico.
"¡Mira, mamá! ¿Qué crees que hay detrás de esa puerta?" exclamó Soraya emocionada. Sin dudarlo, Soraya empujó la puerta y entraron juntas.
Lo que vieron las dejó sin aliento: un mundo lleno de colores brillantes donde todos los niños jugaban juntos sin importar cómo lucían o de dónde venían. Un hada amable se les acercó y les explicó: "Bienvenidas al Mundo de la Diversidad, donde cada uno es único y especial". Soraya y su madre recorrieron el mundo maravilladas por todo lo que veían.
Vieron niños de todas las razas jugando felices juntos, compartiendo risas y abrazos sin prejuicios ni diferencias. "¿Ves, hija? En este lugar mágico todos somos iguales porque nos aceptamos tal como somos", dijo la madre de Soraya con ternura.
Después de pasar un tiempo explorando el Mundo de la Diversidad, Soraya entendió una importante lección. Al regresar al parque en Sevilla, decidió compartir sus experiencias con sus compañeros de clase.
"Chicos, hoy descubrí un lugar donde todos podemos ser amigos sin importar nuestras diferencias", anunció Soraya valientemente. Los niños escucharon atentamente mientras Soraya les contaba sobre el Mundo de la Diversidad y cómo era posible vivir en armonía respetando las particularidades de cada persona.
Poco a poco, los corazones se fueron abriendo y los prejuicios desaparecieron. Los niños comenzaron a jugar juntos sin importar su origen o apariencia; aprendieron a valorar las cualidades únicas que cada uno traía consigo.
Desde ese día, Soraya se convirtió en la embajadora del respeto y la diversidad en su colegio. Su valentía inspiró a otros a mirar más allá de las diferencias superficiales y apreciar lo especial que cada individuo lleva dentro.
Y así fue como una pequeña niña llamada Soraya enseñó al mundo que la verdadera magia reside en aceptarnos unos a otros tal como somos.
FIN.