El Mundo de las Ilustraciones Mágicas
En un pequeño pueblo llamado Colorete, vivía una niña llamada Lía, que amaba dibujar. Cada vez que trazaba un lápiz sobre papel, su corazón se llenaba de alegría y emoción. Un día, mientras exploraba un antiguo desván de su abuela, encontró un libro viejo y polvoriento que decía "El Libro de las Ilustraciones Mágicas".
- ¡Guau, qué libro tan raro! - exclamó Lía.
Al abrir el libro, las páginas comenzaron a brillar y, de repente, una colorida mariposa salió volando del papel.
- ¡Hola, Lía! - dijo la mariposa, con una voz suave. - Soy Miri, la guardiana de las ilustraciones mágicas. Cada dibujo que hagas puede cobrar vida, pero tendrás que usar tu imaginación.
- ¡Eso es increíble! - respondió Lía, con los ojos muy abiertos. - ¿Puedo probarlo?
Miri asintió y Lía empezó a dibujar un árbol. Al momento de acabar, el árbol saltó del papel y se hizo gigante en el salón de su casa.
- ¡Mira, creció un árbol! - gritó Lía, llenándose de emoción.
- Así es. Pero ahora, tendrás que cuidarlo y hacerlo feliz. Recuerda, los dibujos necesitan amor, igual que los amigos. - advirtió Miri.
Lía decidió sacar el árbol al jardín y decorarlo con luces y flores. Con cada pequeño detalle que añadía, el árbol se hacía más brillante y alegre. Sin embargo, un día, una fuerte tormenta azotó Colorete y el árbol se sintió triste y solitario.
- ¿Por qué estás triste, gran árbol? - le preguntó Lía, preocupada.
- Me siento solo y tengo miedo de la tormenta. - susurró el árbol.
- ¡No te preocupes! Estoy aquí contigo y nunca te dejaré solo. - le dijo Lía.
Con esas palabras, Lía decidió dibujar una casita a su lado, para que el árbol no sintiera tanto miedo. En un instante, la casita apareció, ofreciéndole refugio.
- Ahora estamos juntos, nada nos separará. - sonrió Lía.
La tormenta pasó y, con ella, el árbol aprendió que siempre puede contar con amigos cuando se siente asustado. Así, Lía y el árbol se hicieron inseparables.
Con el tiempo, Lía siguió creando más ilustraciones mágicas: dibujó un unicornio que se convirtió en su compañero de aventuras, y una nube sonriente que siempre traía arcoíris.
- ¡Esto es maravilloso! - exclamó Lía cada vez que algo nuevo cobraba vida.
Pero un día, Lía se dio cuenta de que el libro de ilustraciones estaba empezando a perder brillo. Miri apareció de nuevo, preocupada.
- Lía, el poder de las ilustraciones mágicas se está desvaneciendo. Necesitamos que cada uno de tus dibujos tenga una historia; solo así podremos mantener la magia viva.
Lía se sintió asustada. Sus dibujos siempre habían sido solo eso, dibujos. Pero se armó de valor y decidió contar historias sobre cada uno de sus personajes. La mariposa Miri le ayudó a dar vida a cada narración.
- ¡Me encanta! - dijo Miri al escuchar la primera historia sobre su unicornio. - ¡Estás haciendo que la magia regrese con tus palabras!
Lía continuó creando relatos sobre el árbol, su casita y la nube, y así, poco a poco, el brillo del libro comenzó a regresar.
- ¡Lo lograste, Lía! - dijo Miri, con una sonrisa cálida. - Ahora, la magia estará contigo siempre, porque cada una de tus historias ha plantado una semilla de imaginación.
Lía estaba radiante. Aprendió que las ilustraciones no solo eran dibujos, sino también historias que podían unir amigos y hacer magia. Desde ese día, cada vez que alguien en su pueblo necesitaba un poco de magia, Lía estaba lista para compartir sus cuentos e ilustraciones.
Y así, en el pequeño pueblo de Colorete, la creatividad y la amistad se esparcieron como un arcoíris después de la tormenta, porque todos aprendieron a compartir sus historias y dibujos, haciendo que la magia nunca desapareciera del aire.
FIN.