El Mundo de los Dulces



Había una vez, en un barrio tranquilo de Buenos Aires, tres niños aventureros que se llamaban Rosh, Esteban y Michelle. Un día soleado, decidieron ir a su dulcería favorita, La Casa de los Caramelos. Allí, los coloridos dulces estaban dispuestos en estantes brillantes, y los niños soñaban con probar cada uno de ellos.

"¿Viste esos chicles de colores? Quiero probarlos todos!" dijo Rosh, saltando de emoción.

"¿Y los chocolates en forma de animales? No puedo creer que haya tantos!" exclamó Esteban.

"Y miren, esos gomones gigantes son como nubes de sabor!" añadió Michelle, mirando hacia los estantes más altos.

Mientras exploraban la tienda, su atención se distrajo y solo cuando miraron hacia abajo, se dieron cuenta de que habían caminado sin querer hacia la salida. De repente, un pequeño resbalón los hizo caer por una alcantarilla que nunca habían notado antes.

Después de un pequeño grito, se encontraron en un lugar sorprendente.

"¿Dónde estamos?" preguntó Rosh, mirando a su alrededor.

"Esto... esto es un mundo de dulces!" afirmó Michelle, señalando un enorme árbol cubierto de regalos y caramelos.

"¡Mirá! Nos cayó un caramelo en la cabeza!" dijo Esteban riendo,

El árbol resplandecía con colores vibrantes y los regalos parecían brillar con una luz mágica. Los niños, emocionados, se acercaron al árbol y comenzaron a probar todo lo que podían. Pero de repente, un dulce dragón apareció, cubierto de chocolate.

"¡Alto ahí!" rugió, aunque su voz sonaba más divertida que amenazante.

"¿Quieren comer dulces sin pedir permiso? Ustedes deben aprender la importancia de compartir primero!"

Los niños se miraron sorprendidos.

"No sabíamos que teníamos que pedir permiso..." dijo Michelle.

"Pero nunca lo pensamos así" añadió Rosh, tomando un dulce.

"Lo siento, señor dragón" dijo Esteban.

El dragón sonrió, sacudiendo su cola de gominola.

"Si quieren disfrutar de este mundo de dulces, deben ayudarme primero. Hay un grupo de pequeños caramelos en problemas y necesitan su ayuda. ¿Quieren ser héroes dulceros?"

Los niños, intrigados, asintieron con entusiasmo.

"¡Sí! ¿Cómo podemos ayudar?" respondieron juntos.

El dragón explicó que un grupo de gomitas había sido capturado por un gigante de malvavisco. Juntos, los niños y el dragón planeaban un rescate. Con valentía, se lanzaron en búsqueda del gigante, enfrentándose a ríos de chocolate y montañas de galletas.

"¿Cómo sabemos que este es el camino correcto?" preguntó Esteban, un poco asustado.

"Confía en nosotros, el sentido de aventura es lo mejor para encontrar el camino!" animó Rosh con una sonrisa.

Finalmente, dieron con el gigante que estaba dormido, rodeado de gomitas atrapadas en una telaraña de caramelo.

"¿Y ahora qué hacemos?" preguntó Michelle mientras pensaba en un plan.

"Podemos hacer ruido con los caramelos para despertarlo y así podríamos hablar con él!" sugirió Rosh.

"¡Genial! Hagámoslo!" dijeron los otros.

Con un buen plan entre manos, hicieron ruido y el gigante se despertó.

"¿Quiénes son ustedes?" preguntó el gigante con voz grave.

"Venimos a liberar a los dulces! ” rugió el dragón.

Los niños, con valentía, explicaron su misión al gigante. Poco a poco, el gigante se dio cuenta de que había estado mal atrapando a los gomitas.

"¡Lo siento! No sabía que estaban en problemas. Desatemos juntos!" dijo el gigante, mientras el dragón ayudaba a liberar a los gomitas.

Después de liberar a los pequeños dulces, todos celebraron juntos y probaron cada dulce del árbol lleno de regalos.

"Gracias por enseñarnos la importancia de compartir y del trabajo en equipo!" dijo Esteban, muy feliz.

"Siempre debemos pedir permiso y ayudar a los demás!" añadió Rosh.

"La amistad y el respeto hacen que este mundo de dulces sea aún más dulce!" concluyó Michelle.

Con el corazón lleno de alegría y un estómago feliz, los niños decidieron que tenían que volver a su hogar, y pronto, el árbol de regalos dentro del alcantarilla los llevó de vuelta a casa, justo a tiempo para la cena.

Esa noche, al irse a dormir, prometieron que siempre recordarían la lección aprendida. Nunca olvidaron su increíble aventura en el mundo de los dulces, donde no solo disfrutaron de las golosinas, sino que también aprendieron a ser mejores amigos y a cuidar los unos de los otros.

FIN.

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