El Mundo Invisible de Eva



Era un día soleado en la casa de Eva. Con un brillo especial en sus ojos, ella decidió que quería jugar a ser invisible. Se acercó a su mamá, Julia, que estaba en la cocina preparando tortas, y dijo:

- ¡Mamá! ¡Hoy vamos a jugar a ser invisibles!

- ¿Invisibles? - preguntó Julia mientras se giraba, riendo. - ¿Y cómo hacemos eso, Eva?

- Muy fácil, sólo hay que imaginarlo. Con un hechizo mágico, ¡nos haremos invisibles!

- Suena divertido. Vamos a llamarlo el Hechizo Rápido de Invisibilidad. ¡Pero, cuidado con los sustos! - dijo Julia, pensando en lo que vendría.

Eva, encantada con la idea, corrió hacia su papá, René, que estaba en el jardín, arreglando algunas flores.

- ¡Papi, ven!

- ¿Qué sucede, mi pequeña?

- Vamos a jugar a ser invisibles. ¡Tenés que unirte!

- ¡Por supuesto! - exclamó René. - ¡El Hechizo Rápido de Invisibilidad suena genial!

- Entonces, ¡manos a la obra! - grita Eva emocionada.

Los tres se sentaron en el living, y Eva comenzó a explicarles cómo funcionaba el hechizo.

- Primero, tenemos que cerrar los ojos y concentrarnos. - les dijo. - Al contar hasta tres, nos convertiremos en invisibles.

- ¡Entendido! - respondió René, riendo.

- Uno... dos... ¡tres!

Los tres abrieron los ojos y, a modo de broma, empezaron a moverse con mucha agilidad, haciendo ruidos extraños. La casa, aunque normal, parecía llenar de energía festiva.

De repente, Julia decidió que era momento de hacer una broma. Se escondió detrás de la puerta de la sala y, cuando Eva y René pasaron, saltó y gritó:

- ¡Boo!

- ¡Ay, mamá! - gritó Eva, riendo. - ¡Casi me muero del susto!

- ¡Eso es parte de ser invisible! - dijo Julia, riendo también. - Hay que divertirse.

Mientras jugaban, Eva pensó que podrían ir a la habitación de su hermano menor, Lucas, y asustarlo.

- ¡Vamos a asustar a Lucas!

- Buena idea, Eva. Él no sabe que somos invisibles. - dijo René.

- ¡Vamos, rápido! - exhortó Julia.

Entraron sigilosamente a la habitación de Lucas y vieron que él estaba jugando con sus juguetes.

- ¡Ahora! - dijo Eva.

Se acercaron poco a poco y, cuando estaban a su lado, Eva gritó:

- ¡Sorpresa, Lucas!

Lucas dio un saltito, pero luego se rió y se unió a la diversión.

- ¡Uhh! ¡Yo también quiero ser invisible!

- Entonces, ¡unámonos! - dijo Eva. - Vamos a jugar juntos.

Pero mientras jugaban en la habitación, encontraron un viejo disfraz de pirata que Lucas había olvidado.

- ¡Miren! - exclamó Lucas. - ¡Soy un pirata invisible!

- ¡Perfecto! - dijo Eva.

Así que decidieron hacer una aventura de piratas invisibles. Salieron al jardín y empezaron a buscar —"tesoros"  escondidos.

- El primer tesoro está oculto donde el sol brilla más fuerte. - dijo René jugando.

- ¡En el arbusto del medio! - gritó Lucas.

Corrieron al arbusto, pero cuando llegaron, encontraron un montón de cajas vacías.

- Oh, no hay tesoros. - dijo Julia, fingiendo decepción.

- ¡Esperen! - gritó Eva. - ¿Y si hacemos un nuevo hechizo que traiga tesoros?

- Sí, ¡justo lo que necesitamos! - dijo Lucas.

Los tres padres comenzaron a hacer un nuevo hechizo, levantando los brazos al cielo.

- ¡Hechizo de tesoros, por favor vuelve!

- ¡Enseñales a ser felices y a compartir!

De repente, detrás de un árbol, apareció una caja llena de dulces, juguetes y una bandera de pirata.

- ¡Mirá! - gritaron todos a la vez.

- ¡Tesoros! - dijo Lucas saltando de alegría.

- ¡Lo conseguimos! - agregó Eva.

Julia sonrió, viendo cómo sus hijos disfrutaban.

- A veces, el verdadero tesoro no se encuentra, sino que se crea con la imaginación. - dijo con ternura.

- ¡Sí! - respondió Eva. - ¡Y siempre podemos ser invisibles!

- Pero nunca invisibles para el amor de nuestra familia. - añadió René.

Y así, continuaron su día de juegos, riendo, bromeando y creando recuerdos maravillosos en su mágico mundo de invisibilidad.

FIN.

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