El Mundo Sin Plantas



En un lugar muy lejano, había un mundo donde no existían las plantas. Las calles eran grises, los cielos se veían vacíos y el aire no olía a nada. Los habitantes de este mundo, los Grises, llevaban una vida monótona y apagada. Jugaban a lo sumo en espacios duros y fríos, pero siempre se sentían un poco tristes.

Un día, una niñita llamada Luna, que siempre se había preguntado cómo sería un mundo lleno de colores y olores, decidió aventurarse más allá de su ciudad. Mientras caminaba, se encontró con un anciano llamado Don Nube.

"¿Por qué estás tan triste, jovencita?" - le preguntó Don Nube con voz suave.

"Quisiera saber cómo se ve un mundo lleno de plantas. Me cuentan historias, pero no es lo mismo" - respondió Luna con anhelo.

"Quizás podamos encontrar uno" - dijo Don Nube, con una chispa en sus ojos.

Luna y Don Nube empezaron a caminar. Cruzaron montañas y ríos, hasta que llegaron a un extraño lugar lleno de colores vibrantes y aromas exquisitos. Don Nube se quedó maravillado.

"¡Mira!" - exclamó Luna, señalando las plantas de todos los tamaños y formas.

"¡Es hermoso!" - dijo Don Nube mientras tocaba una hoja verde.

Sin embargo, mientras exploraban, un viento fuerte comenzó a soplar, y las plantas empezaron a temblar.

"¿Qué está pasando?" - preguntó Luna, alarmada.

"Las plantas son sensibles. Si desaparecen de nuestro mundo, la vida se afectará" - respondió Don Nube.

Luna sintió una punzada en el corazón.

"¡Debemos ayudar a que crezcan en nuestro mundo!" - exclamó Luna, decidida.

Don Nube asintió, y juntos comenzaron a llevar semillas de vuelta a su hogar. Al llegar, se encontraron con un grupo de Grises desanimados.

"¿Qué están haciendo?" - preguntaron los Grises.

"¡Vamos a plantar! ¡Van a ver cómo cambia todo!" - dijo Luna con entusiasmo.

Al principio, los Grises no estaban convencidos, pero la energía de Luna era contagiosa.

"Nunca hemos visto plantas. ¿Cómo podemos creer en algo que no conocemos?" - dijo uno de ellos con desdén.

Pero Luna, con su paciencia, explicó:

"¡Las plantas nos darán alegría, colores y hasta comida! Solo den un paso al frente y ayúdenme a plantar algunas semillas" - insistió.

Con dudas, algunos comenzaron a ayudarla. Luna y Don Nube les enseñaron a plantar las semillas con amor y cuidado.

Los días pasaron, y poco a poco, pequeñas plantas fueron brotando. Los Grises comenzaron a maravillarse mientras el verde llenaba la ciudad.

"Mirá, creció una plantita!" - gritó uno de los Grises, con los ojos desorbitados.

"¡Es solo el comienzo!" - dijo Luna con una sonrisa.

Con el tiempo, el lugar que antes era gris se transformó en un jardín lleno de vida. Las plantas florecieron, los pájaros regresaron, y hasta el aire olía mejor.

"¡Esto es magia!" - exclamó un niño del barrio.

"No es magia, es la naturaleza" - explicó Luna.

Don Nube, orgulloso, observaba cómo los Grises eran ahora llenos de color.

"Mirá cómo florece la vida cuando cuidamos de nuestra tierra," dijo serenamente.

Y así, Luna y sus amigos aprendieron que, aunque en el pasado no conocían el poder de las plantas, con amor y esfuerzo, habían devuelto la alegría a su mundo.

Desde ese día, los Grises se convirtieron en los Coloridos, cuidando sus plantas y disfrutando de una vida llena de colores, risas y amor por la naturaleza. Luna comprendió que cualquier lugar puede florecer, solo se necesita el deseo de hacerlo.

Y así, el mundo se llenó de vida una vez más, recordando siempre la importancia de cuidar de las plantas y la naturaleza.

.

FIN.

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