El muñeco de nieve mágico


Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Copos, una familia muy especial: los Jack Bolas. Estaban formados por el papá, la mamá y dos hermanitos, Tomás y Sofía.

Esta familia vivía en una casita pintoresca al lado del bosque. Cada año, cuando llegaba la Navidad, los Jack Bolas se emocionaban mucho porque era su época favorita del año. Les encantaba decorar su casa con luces brillantes y coloridas guirnaldas.

Pero lo que más les gustaba hacer era construir muñecos de nieve. Un día de invierno, mientras nevaba sin cesar, los Jack Bolas salieron a jugar al jardín. Tomás y Sofía empezaron a rodar bolas de nieve para hacer su muñeco navideño.

Después de mucho esfuerzo y risas, lograron hacerlo alto y robusto. De repente, algo mágico sucedió: ¡el muñeco cobró vida! Los ojos del muñeco brillaban como estrellas y tenía una sonrisa radiante en su rostro redondo.

Los niños no podían creer lo que veían. "¡Hola! Mi nombre es Nevito", dijo el muñeco con voz amigable. "¡Qué sorpresa!", exclamó Sofía emocionada. "¿Cómo es posible?", preguntó Tomás asombrado.

Nevito les explicó que había sido creado gracias a la magia navideña que llenaba el aire esa noche tan especial. Ahora estaba allí para cumplir un deseo de cada uno de ellos. Tomás deseaba tener un trineo nuevo para poder deslizarse por las colinas nevadas.

Sofía, en cambio, deseaba que todos los niños del pueblo tuvieran regalos en Navidad. Nevito sonrió y dijo: "No se preocupen, tengo una idea para hacer realidad sus deseos".

Les pidió que lo siguieran hasta el bosque, donde encontraron un gran árbol de Navidad mágico. El árbol les dio dos bolas de nieve especiales y les explicó su poder: la primera bola podía convertirse en cualquier cosa que Tomás imaginara, y la segunda bola podía multiplicar cualquier objeto que Sofía deseara compartir con otros.

Tomás cerró los ojos e imaginó su trineo perfecto. Al abrirlos, allí estaba frente a él un reluciente trineo rojo brillante. No podía creer lo que veían sus ojos.

Sofía tomó la segunda bola de nieve y pensó en todos los juguetes maravillosos que quería dar a los demás niños. Inmediatamente, la bola se multiplicó y aparecieron montones de regalos debajo del árbol navideño.

Los Jack Bolas estaban felices al ver cómo sus deseos se hacían realidad gracias a Nevito y el árbol mágico. Pero no querían ser egoístas con su magia; decidieron compartir sus bendiciones con todo el pueblo. Invitaron a todos los habitantes de Villa Copos a una gran fiesta navideña en su casa.

Repartieron regalos a cada niño y organizaron una competencia de trineos para disfrutar juntos del invierno. La noche fue mágica y llena de risas.

Todos estaban agradecidos por la generosidad de los Jack Bolas y el espíritu navideño que habían compartido con ellos. Al final de la fiesta, Nevito se despidió de la familia Jack Bolas.

Agradeció su amabilidad y les prometió volver cada Navidad para recordarles lo importante que es compartir y hacer felices a los demás. Desde ese día, los Jack Bolas supieron que la verdadera magia de la Navidad no estaba en regalos materiales, sino en el amor y la alegría que podían compartir con sus seres queridos y su comunidad.

Y así, cada año, cuando llegaba diciembre, Tomás, Sofía y sus padres construían un nuevo muñeco de nieve en honor a Nevito. Juntos recordaban esa memorable Navidad en la que descubrieron el verdadero significado de esta maravillosa época del año.

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