El muñeco de nieve mágico y su amigo aventurero
Ernesto no podía creer lo que estaba viendo. Aquel muñeco de nieve parecía tener vida propia. Sin pensarlo dos veces, salió corriendo hacia el jardín para acercarse a él.
Al llegar, Ernesto se encontró con un muñeco de nieve muy simpático y amigable. Tenía los ojos hechos de botones y llevaba un sombrero negro en la cabeza. "¡Hola! Soy el muñeco de nieve mágico", dijo el muñeco con una voz suave y cálida. Ernesto quedó boquiabierto.
Nunca antes había conocido a un muñeco tan especial como aquel. "¿Eres real?", preguntó Ernesto emocionado. "Sí, soy real gracias a la magia de la Navidad", respondió el muñeco sonriente.
Ernesto se sentó junto al muñeco de nieve y comenzaron a conversar sobre muchas cosas divertidas. El muñeco le contaba historias increíbles sobre sus aventuras en inviernos pasados.
Pero mientras charlaban, algo inesperado sucedió: el sol comenzó a calentar fuertemente y los rayos empezaron a derretir al pobre muñeco de nieve. "¡Oh no! Me estoy derritiendo", exclamó el muñeco con tristeza. Ernesto sintió mucha pena por su nuevo amigo y decidió ayudarlo.
Corrió hacia la casa en busca de una solución rápida para frenar el derretimiento del muñeco de nieve mágico. Encontró una bolsa llena de hielos en el congelador y rápidamente los colocó alrededor del muñeco para enfriarlo. "¡Gracias, Ernesto! Ahora puedo mantenerme frío y no derretirme", agradeció el muñeco de nieve.
Ernesto se dio cuenta de que su amistad con el muñeco de nieve era especial. Juntos, comenzaron a idear un plan para encontrar una manera permanente de evitar que se derritiera.
Investigaron en libros y buscaron en internet hasta que encontraron una solución: un spray especial que podía proteger al muñeco de nieve del calor. Así fue como Ernesto y el muñeco de nieve mágico se embarcaron en una aventura para conseguir ese spray.
Recorrieron montañas nevadas, cruzaron ríos helados y enfrentaron grandes desafíos, pero nunca perdieron la esperanza. Finalmente, después de mucho esfuerzo, lograron encontrar el spray mágico en lo más alto de la montaña más fría del mundo.
Ernesto roció cuidadosamente al muñeco con el spray protector y al instante su cuerpo quedó cubierto por una capa invisible que lo mantendría fresco siempre. El muñeco estaba emocionado y agradecido por toda la ayuda recibida.
Sabía que sin Ernesto no podría haber encontrado la forma de seguir siendo su amigo durante todo el año. Desde aquel día, Ernesto visitaba regularmente al muñeco de nieve mágico en su jardín. Juntos jugaban bajo la lluvia o disfrutaban del sol sin preocuparse porque él ya no se derretiría nunca más.
Y así fue cómo Ernesto aprendió sobre la importancia de la amistad, el valor de ayudar a los demás y que las personas especiales pueden aparecer en los momentos más inesperados.
FIN.