El muñeco de nieve salvador


Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas, dos niños llamados Martina y Tomás.

Era una noche de invierno, y la nieve cubría todo a su alrededor creando un paisaje mágico y brillante bajo la luz de la luna. Martina, una niña curiosa y valiente, estaba emocionada por salir a jugar en la nieve con su amigo Tomás. Juntos se pusieron sus abrigos más abrigados, gorros y guantes para protegerse del frío.

Salieron corriendo a la plaza del pueblo, donde la nieve los esperaba lista para ser explorada. -¡Mira Tomás, qué hermoso está todo! -exclamó Martina mientras saltaba entre montículos de nieve. -¡Sí! Es como estar en un mundo mágico -respondió Tomás con entusiasmo.

Los dos amigos comenzaron a construir un muñeco de nieve gigante. Riendo y jugando juntos, le dieron forma a su nuevo amigo invernal.

Cuando terminaron, Martina propuso darle vida al muñeco con un hechizo especial que había leído en uno de sus libros favoritos. -¡Vamos a intentarlo! -dijo Martina emocionada. Los niños se tomaron de las manos alrededor del muñeco y cerraron los ojos concentrándose en el hechizo.

De repente, una luz brillante los rodeó y el muñeco cobró vida ante sus ojos sorprendidos. El muñeco les sonrió con alegría y les agradeció por traerlo a la vida. Les prometió ayudarlos en lo que necesitaran durante esa noche tan especial.

Juntos emprendieron un viaje por el bosque nevado, deslizándose por las colinas en trineo y jugando entre los árboles cubiertos de nieve. De repente, escucharon un ruido proveniente del lago congelado cercano.

Al acercarse descubrieron que varios animalitos del bosque estaban atrapados en el hielo ¡y no podían salir! Sin pensarlo dos veces, Martina, Tomás y el muñeco de nieve se organizaron para rescatar a los animalitos uno por uno.

Con ingenio y trabajo en equipo lograron sacarlos del hielo y llevarlos a tierra firme donde pudieran estar calentitos nuevamente. Al finalizar su labor altruista, los animalitos les regalaron una semilla mágica como muestra de gratitud.

Les explicaron que si plantaban esa semilla juntos crecería un árbol especial capaz de cumplir deseos siempre que fueran puros e inspiradores. Martina y Tomás regresaron al pueblo emocionados por lo vivido esa noche tan especial. Plantaron la semilla juntos frente al ayuntamiento mientras el muñeco observaba orgulloso desde lejos.

El árbol empezó a crecer rápidamente hasta convertirse en un majestuoso ejemplar lleno de luces brillantes que iluminaban el corazón del pueblo cada vez que alguien pedía un deseo sincero.

Desde aquel día, Martina, Tomás y todos los habitantes del pueblo aprendieron sobre la importancia del trabajo en equipo, la solidaridad hacia los demás seres vivos y cómo los deseos más puros pueden hacer magia realidad cuando se comparten desde el corazón.

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