El mural de la amistad



Antonio era un hombre muy dedicado a su trabajo. Cada mañana se levantaba temprano, se bañaba y se peinaba cuidadosamente para verse muy guapo.

Aunque llevaba una vida rutinaria, siempre había algo que alegraba sus días en la oficina. En su lugar de trabajo, había un niño llamado Martín que siempre le llamaba la atención. Martín era un chico tímido y reservado, pero Antonio podía ver el brillo en sus ojos cuando estaba cerca de él.

Sin embargo, nunca tuvo la oportunidad de entablar una conversación con el niño. Un día, Antonio encontró un caramelo sobre su escritorio. No sabía quién lo había dejado allí, pero le puso una sonrisa en el rostro.

Pensó que tal vez alguien quería hacerle una broma amistosa o simplemente compartir algo dulce con él. Día tras día, Antonio llegaba a su oficina y encontraba un caramelo nuevo sobre su escritorio. Siempre eran diferentes sabores y colores.

Se dio cuenta de que solo podía ser Martín quien los dejara allí. Un día decidió investigar por sí mismo: "Martín, ¿fui yo quien te dio estos caramelos?" preguntó Antonio con curiosidad.

Martín bajó la cabeza tímidamente y respondió: "Sí... me gustas mucho y quería hacerte feliz". Antonio quedó sorprendido por aquellas palabras tan sinceras del pequeño Martín. Decidió entonces tomarlo bajo su protección y ayudarlo a salir de su caparazón.

Desde ese momento, Antonio comenzó a hablar más con Martín durante las pausas del trabajo. Descubrió que el niño tenía un gran talento para dibujar y le encantaba la música. Antonio decidió ayudarlo a desarrollar sus habilidades.

Un día, Antonio le propuso a Martín hacer un mural en la oficina para alegrar el ambiente de trabajo. Juntos, pintaron un hermoso paisaje lleno de colores y sonrisas. Todos los compañeros de trabajo quedaron maravillados con el talento de Martín.

El mural se convirtió en una atracción en la oficina y todos se acercaban a admirarlo. Martín comenzó a ganar confianza en sí mismo y dejó atrás su timidez.

Se dio cuenta de que podía compartir su arte con los demás y hacerlos felices. Antonio se sintió orgulloso del progreso de Martín y siguió apoyándolo en cada paso del camino. Juntos, descubrieron nuevas formas de expresión artística y organizaron exposiciones donde Martín pudo mostrar su talento al mundo.

Con el tiempo, Antonio se dio cuenta de que no solo había ayudado a Martín a crecer, sino que también había encontrado una nueva pasión por el arte gracias a él.

Ambos habían aprendido valiosas lecciones sobre la importancia del apoyo mutuo y cómo las acciones pequeñas pueden tener un gran impacto en la vida de alguien más. Y así, Antonio continuó levantándose temprano todas las mañanas para ir al trabajo con entusiasmo renovado.

Sabía que cada día traería nuevas sorpresas e inspiración gracias al pequeño pero valiente Martín. Fin

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!