El mural de la amistad en Arcoiris


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoiris, donde todos los niños eran muy diferentes entre sí. Había niños altos, bajitos, rubios, morochos y también estaban los niños con autismo, quienes veían el mundo de una manera especial.

En la escuela del pueblo, la maestra Carla decidió que era momento de promover la integración entre todos los niños.

Así que un día les propuso a sus alumnos hacer un proyecto juntos para aprender a valorar las diferencias y trabajar en equipo. Los niños aceptaron emocionados la propuesta y se dividieron en grupos.

Martina, una niña curiosa y amable, fue asignada al grupo de Mateo, un niño con autismo que solía estar muy concentrado en sus propias actividades. Al principio, Martina no sabía cómo acercarse a Mateo. Pero poco a poco fue descubriendo lo increíblemente talentoso que era para dibujar y su habilidad para recordar fechas importantes.

Juntos idearon crear un mural gigante para embellecer la pared del patio de la escuela. Durante semanas trabajaron juntos: Martina dibujaba mientras Mateo le recordaba las fechas de cumpleaños y eventos importantes para incluir en el mural.

Al mismo tiempo, iban compartiendo anécdotas y risas que fortalecían su amistad. El día de la presentación final llegó y todos los padres fueron invitados a ver el resultado del proyecto. Los niños estaban nerviosos pero felices por mostrar su trabajo en equipo.

Cuando descubrieron el mural lleno de colores brillantes y detalles especiales, no pudieron contener su emoción. "¡Es impresionante! ¡Qué trabajo tan hermoso han hecho!", exclamó la mamá de Martina con lágrimas en los ojos.

"¡Sí! Y todo gracias a la maravillosa colaboración entre estos dos artistas", dijo la maestra Carla con orgullo. Mateo sonreía radiante mientras recibía felicitaciones por su increíble memoria e ingenio artístico. Martina lo abrazó emocionada, sintiéndose feliz de haber conocido a alguien tan especial como él.

Desde ese día, Martina y Mateo se convirtieron en grandes amigos inseparables. Y gracias a su ejemplo de respeto mutuo y trabajo en equipo, todos los niños del pueblo aprendieron a valorar las diferencias como algo único y extraordinario.

Y así, en el pueblo de Arcoiris, cada niño encontró su lugar especial donde brillar con luz propia sin importar las diferencias que los hicieran únicos e irrepetibles.

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