El mural de Lina



Había una vez una niña llamada Lina, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Desde muy temprana edad, Lina había desarrollado un gusto inusual por el café.

Le encantaba el aroma y el sabor de esta deliciosa bebida. Cada mañana, antes de ir a la escuela, Lina se levantaba temprano para prepararse su propia taza de café.

Sus padres no entendían cómo podía disfrutar tanto de algo tan amargo a tan corta edad, pero siempre le permitían tomarlo con moderación. Un día, mientras caminaba hacia la escuela con su taza de café en mano, Lina tropezó con una piedra y derramó todo su café sobre sus libros y cuadernos. Estaba devastada.

No solo había perdido su preciado café, sino que también arruinó todas sus herramientas para aprender. Lina decidió contarle lo ocurrido a su maestra, la señorita Ana.

La señorita Ana era una mujer sabia y comprensiva que siempre encontraba soluciones ingeniosas para los problemas. "Oh, querida Lina", dijo la señorita Ana con una sonrisa reconfortante. "Entiendo lo importante que es el café para ti, pero tal vez este sea un momento perfecto para descubrir nuevas formas de aprender".

La señorita Ana les propuso a todos los estudiantes hacer proyectos creativos utilizando materiales diferentes a los libros y cuadernos tradicionales. Cada uno tendría que presentar sus ideas al final del mes.

Emocionada por la oportunidad de hacer algo nuevo e interesante, Lina comenzó a buscar alternativas para reemplazar sus libros y cuadernos. Probó utilizar hojas de árboles para escribir, pero se le dificultaba mucho el trazo.

Intentó usar una pizarra blanca, pero no tenía suficiente espacio para todas sus ideas. Un día, mientras caminaba por la plaza del pueblo, Lina vio a un grupo de artistas callejeros dibujando en el suelo con tizas de colores. Se acercó a ellos y les preguntó si podía unirse.

Los artistas aceptaron encantados. Lina comenzó a dibujar y escribir sobre la plaza con las tizas de colores. Descubrió que era una forma divertida y creativa de aprender. Podía plasmar sus conocimientos en grandes murales llenos de color.

Cuando llegó el día de presentar los proyectos en clase, Lina mostró su mural gigante sobre historia antigua. Todos quedaron impresionados por su creatividad y dedicación.

La señorita Ana felicitó a Lina por su trabajo excepcional y les dijo a todos los estudiantes lo orgullosa que estaba de ellos por haber encontrado nuevas formas de aprender.

A partir de ese momento, Lina siguió disfrutando del café cada mañana antes de ir a la escuela, pero también aprendió que había muchas otras formas emocionantes e innovadoras para adquirir conocimiento. Y así, Lina descubrió que cuando se enfrenta a obstáculos inesperados, siempre hay una oportunidad para crecer y encontrar soluciones creativas.

Aprendió que el café era solo una parte pequeña pero especial en su vida llena de posibilidades infinitas.

FIN.

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