El murciélago goloso y el amigo conejo


En el soleado bosque de Conejolandia, vivía un simpático conejo llamado Pancho. Pancho tenía un gran amigo llamado Marcelo, un murciélago inquieto y travieso. Un día, mientras paseaban por el bosque, encontraron un árbol repleto de suculentos melocotones.

"¡Mira, Marcelo, qué deliciosos melocotones! Seguro que están maduros y jugosos", exclamó Pancho emocionado. "Oh, sí, Pancho, se ven tan apetitosos que no puedo resistirme a probar uno", respondió Marcelo con brillo en los ojos.

Sin pensarlo dos veces, Marcelo se lanzó sobre los frutos y comenzó a devorarlos con avidez. Pancho, preocupado, le advirtió que los melocotones eran muy especiales y que podrían causarle problemas. Pero Marcelo, en su afán por probar algo nuevo, ignoró las advertencias de su amigo.

Al terminar de comer, Marcelo comenzó a sentirse extraño, su estómago dolía y sus alas se volvieron pesadas. Pancho, angustiado, corrió en busca de ayuda.

El sabio búho del bosque les dijo que los melocotones eran mágicos y solo podían ser consumidos por los habitantes del bosque de las hadas. Marcelo, arrepentido, pidió perdón a Pancho y prometió escuchar sus consejos en el futuro. Juntos, buscaron una solución y, con la ayuda de las hadas, lograron que Marcelo recuperara su salud.

Desde entonces, Marcelo aprendió a valorar las advertencias de sus amigos y a apreciar la magia del bosque sin ponerse en peligro. La amistad entre Pancho y Marcelo se fortaleció, y juntos vivieron muchas más aventuras, siempre cuidándose mutuamente.

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