El músico de las frutas


Había una vez un músico llamado Eusebio, quien dedicaba su vida a componer hermosas melodías con su vieja guitarra. A pesar de su talento, Eusebio tenía escasos recursos y su música no era tan escuchada como él hubiera deseado.

Esto lo llenaba de tristeza y desánimo, hasta que un día decidió rendirse. Eusebio pensó que sería mejor dejar la música de lado y buscar otro trabajo para poder sobrevivir.

Así fue como consiguió empleo en una frutería del barrio. Aunque al principio se sintió contento por tener un ingreso seguro, pronto comenzaron los problemas. Una tarde, mientras Eusebio estaba ordenando las frutas en el local, llegó un cliente muy exigente. "¡Oye tú! -exclamó el cliente-.

¿Me puedes traer un melón bien maduro?"Eusebio miró hacia la montaña de frutas frente a él y se quedó perplejo. Nunca antes había trabajado con frutas y no sabía cómo distinguir un melón maduro de uno verde.

"No tengo ni idea de cómo identificar si un melón está maduro o no", murmuró Eusebio para sí mismo. El cliente comenzó a impacientarse mientras esperaba una respuesta.

"¡Vamos! ¡No tienes todo el día!"Eusebio respiró hondo e intentó recordar algo útil que le ayudara en esa situación complicada. Entonces recordó que cuando era niño solía visitar la huerta de su abuelo donde aprendió algunas cosas sobre las frutas. "Señor -dijo Eusebio con determinación-, permítame hacerle una pregunta.

¿Le gustan los melones dulces y jugosos?"El cliente, algo sorprendido por la pregunta, respondió: "Por supuesto, todos queremos un melón así. "Eusebio sonrió y tomó uno de los melones de la montaña. "Entonces, señor, permítame recomendarle este melón.

Siempre que un melón tiene un aroma dulce y agradable en su piel, es señal de que está maduro y listo para comerse", explicó Eusebio con confianza.

El cliente se acercó al melón que le ofrecía Eusebio y lo olió cuidadosamente. Sonrió satisfecho. "Parece que sabes de lo que hablas", dijo el cliente mientras pagaba por el melón maduro. A partir de ese día, Eusebio se convirtió en el experto de las frutas en la frutería.

Aprendió sobre cada una de ellas y cómo identificar si estaban maduras o no. Además, compartía sus conocimientos con los clientes para ayudarles a elegir las mejores frutas.

Un día, mientras Eusebio estaba atendiendo a una mujer mayor muy amable, ella le preguntó: "Joven, ¿qué hace alguien como tú trabajando aquí? Pareces tener un espíritu lleno de música". Eusebio sonrió y le contó su historia a la mujer.

Ella quedó maravillada por su talento musical e invitó a Eusebio a tocar en una pequeña fiesta comunitaria que estaba organizando. Esa noche, Eusebio volvió a tocar su guitarra frente a un público entusiasmado. Su música resonaba en cada rincón del vecindario, y las personas se emocionaban al escuchar sus melodías.

Desde ese día, Eusebio nunca más dejó de tocar su guitarra. Aprendió que aunque la vida puede sorprendernos con obstáculos inesperados, rendirse no es una opción. Siempre hay algo nuevo por aprender y descubrir en el camino.

Y así, Eusebio siguió alegrando los corazones de las personas con su música mientras trabajaba en la frutería.

Aunque parecía un trabajo muy distinto a lo que siempre había soñado, aprendió a encontrar la belleza en cada experiencia y nunca dejó de seguir sus sueños.

Dirección del Cuentito copiada!