El Nacimiento del Hado Brillante



En una noche despejada, donde el cielo se adornaba con estrellas centelleantes, un bebé llamado Lía reía por primera vez. Su risa resonaba en el aire y algo mágico sucedió: junto con su risa, una semilla de diente de león se elevó en el aire y emprendió un viaje hacia un mundo desconocido.

La semilla voló alto, danzando entre las estrellas, hasta que finalmente aterrizó en un hermoso prado iluminado por la luz de la luna. En ese lugar, habitaban seres extraordinarios conocidos como los Hados Brillantes, guardianes de los sueños y la alegría. Al tocar la tierra, la semilla germinó y de ella surgió un diminuto Hado con alas de colores vibrantes.

"¡Hola! Soy Brillito, el nuevo Hado Brillante del prado," dijo mientras revoloteaba emocionado. Era un pequeño ser lleno de energía que brillaba con luz propia. Era su primera noche de vida y estaba ansioso por conocer el significado de su existencia.

Brillito voló de un lado a otro, observando a los otros Hados que reían y jugaban. Sin embargo, notó que una flor en el centro del prado estaba marchita y triste. Se acercó, curioso.

"¿Por qué estás tan triste, flor?" preguntó Brillito.

"Oh, querido Hado, no tengo el brillo que tengo en mis días felices. Sin el sol y la risa, me siento sola," respondió la flor con voz suave.

Brillito sintió una punzada de ternura en su corazón y decidió ayudarla a recuperar su alegría.

"Si me das un momento, intentaré hacerte brillar de nuevo," prometió Brillito.

Se concentró y recordó cómo la risa de Lía había hecho que la semilla creciera. Decidió utilizar su luz y, con un suave aleteo, comenzó a rodear la flor. Su luz brilló intensamente, iluminando todo a su alrededor y llenando el aire de risas suaves. A medida que la luz de Brillito tocaba los pétalos de la flor, esta comenzó a revitalizarse.

"¡Mira, amigo!" gritó Brillito con alegría.

La flor, ahora radiante, comenzó a reír con una voz melodiosa.

"¡Gracias, querido Hado! Me has devuelto la alegría. Eres un verdadero amigo," exclamó la flor brillando como nunca antes.

Brillito se llenó de felicidad al ver cómo la flor volvió a la vida y decidió que su misión sería ayudar a otros a encontrar la alegría.

A medida que pasaba el tiempo, Brillito viajaba por todo el prado, iluminando las noches con risas, llenando de alegría a las criaturas del bosque y haciendo que las flores florecieran en colores vibrantes. Sin embargo, un día, un sentimiento de tristeza lo invadió. Había olvidado la razón por la cual se convirtió en Hado Brillante. Se sintió perdido y, por primera vez, su luz comenzó a apagarse.

El prado, que alguna vez estuvo lleno de risa y alegría, ahora se tornó opaco y muffa, lo que no pasó desapercibido entre los Hados.

"¿Qué le pasa a Brillito?" se preguntó una Hada mayor llamada Lucía.

"Parece haber olvidado lo que realmente importa: el amor y la risa," respondió otro Hado, preocupado.

Decididos a ayudar a su amigo, los Hados se reunieron y formaron un plan. Se pusieron en marcha para encontrar a Lía, el bebé que había dado vida a Brillito.

Mientras volaban, recordaron la risa y la inocencia del momento en que Brillito nació. Cuando finalmente llegaron a la casa de Lía, decidieron que debían hacerla reír nuevamente.

"¡Haremos una fiesta!" propuso Lucía entusiasmada.

"¡Sí! Una fiesta llena de juegos y risas!" añadieron los demás Hados.

La tarde llegó, y en el prado se formó un escenario donde todas las criaturas del bosque habían venido a participar. Brillito se asomó desde un arbusto, sintiéndose un poco perdido, pero su corazón latía al ver la alegría de los demás.

"Este lugar floreció gracias a la risa. Miremos hacia el cielo y recordemos a Lía," dijo Lucía al tomar la mano de Brillito.

"¡Vamos a invitar a Lía!" planteó otro Hado emocionado.

Finalmente, los Hados elevaron un mensaje en forma de luz hacia el hogar de Lía.

"¡Lía, ven a jugar con nosotros!"

La curiosidad brilló en los ojos de Lía al ver la luz. La bebé corrió al prado acompañada de sus padres, riendo de alegría.

"¡Miren! ¡Es Brillito!" exclamó Lía al ver a su pequeño amigo.

"¡Brillito!" gritaron los otros Hados emocionados.

En ese instante, la risa de Lía llenó el aire y la luz de Brillito regresó a su esplendor, iluminando el prado aún más que antes.

"¡Gracias, Lía!" dijo Brillito, abrazando a su amiga.

"Estoy tan feliz de estar aquí. ¡Juguemos!"

Desde ese día, Brillito nunca olvidó la importancia de la risa y el amor en su vida. Juntos, continuaron creando magia cada noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo y la risa resonaba en el aire.

Y así, el Hado Brillante y el bebé encontraron su propósito, iluminando el mundo con alegría y esperanza, recordándole a todos que, aunque a veces la tristeza pueda llegar, siempre hay lugar para la risa y la amistad.

- Fin -

FIN.

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