El Nacimiento del Universo
Era una noche clara y estrellada. Francesca salió a su jardín y al mirar el cielo quedó maravillada. Las estrellas brillaban como diamantes en el manto oscuro. La niña se recostó en el césped y se puso a soñar despierta.
Imaginó que en el principio, antes de que existiera nada, solo había oscuridad. Pero de repente, un destello de luz brillante surgió en la nada, dando inicio al nacimiento del Universo. Fascinada, Francesca visualizó cómo pequeñas partículas de polvo cósmico comenzaron a unirse, formando estrellas brillantes que iluminaban el espacio infinito.
Las estrellas, atraídas por su propio brillo, comenzaron a agruparse, formando galaxias enormes que bailaban en la inmensidad del Universo. Francesca se imaginó a sí misma viajando a través de estos remolinos luminosos, flotando entre billones de estrellas y mundos desconocidos. Sintió la emoción de la creación en su corazón, haciendo brillar sus ojos como dos luceros.
Pero entonces, su atención se centró en un punto en particular. Vio cómo pequeños granos de roca se unían lentamente, atrayéndose unos a otros por una fuerza misteriosa. Estos se iban agrupando poco a poco, formando gigantescas esferas de colores asombrosos, con montañas, mares y valles.
Francesca entendió que estas eran los planetas, naciendo y tomando forma en el abrazo cálido del Universo. Maravillada, observó cómo uno de esos planetas se destaca por su belleza. Era la Tierra, saturada de colores, con océanos que brillaban como diamantes y montañas que se alzaban hacia el cielo. La niña sonrió con admiración, sabiendo en su corazón que la Tierra sería un hogar magnífico para toda forma de vida.
Así, en la mente de Francesca, nació el Universo, con todas sus maravillas y secretos. Y esa noche, mientras las estrellas parpadeaban en el firmamento, la niña siguió soñando, emocionada por las infinitas posibilidades que el Universo le ofrecía.
FIN.