El nene que le pegaba a sus compañeros
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, un nene llamado Lucas que tenía una gran energía, pero que no sabía cómo manejarla. Cada vez que algo no le gustaba o se sentía frustrado, su reacción era pegarle a sus compañeros de clase. Esto hizo que, poco a poco, sus amigos empezaran a alejarse de él.
Un día, la maestra Clara decidió que era hora de hacer algo al respecto. Al ver cómo Lucas se quedaba solo en el patio durante el recreo, se acercó para hablar con él.
"Lucas, ¿por qué no te unes a los demás para jugar?" - le preguntó la maestra con una voz suave.
"Porque ellos no me quieren, me tratan mal" - respondió Lucas, cruzando los brazos con frustración.
"¿Y si intentamos hablar en lugar de pelear? A veces las palabras son más fuertes que los golpes" - sugirió la maestra.
Lucas se quedó pensando en las palabras de la maestra. Al principio estaba escéptico, pero decidió darle una oportunidad. Al día siguiente, se acercó a un grupo de chicos que estaban jugando a la pelota.
"¿Puedo jugar con ustedes?" - preguntó con un tono tímido.
Los chicos lo miraron sorprendidos, pero uno de ellos, llamado Tomás, respondió:
"Claro, vení, pero tené cuidado con la pelota."
Mientras jugaban, Lucas empezó a disfrutar de la compañía, pero también a notar cómo sus reacciones eran diferentes. Se dio cuenta de que al escuchar las opiniones de los demás, podía encontrar maneras alternativas de resolver los conflictos.
Sin embargo, el verdadero cambio vino cuando, durante un juego, un chico hizo un mal movimiento y lo golpeó a él accidentalmente.
"¡Ey! ¡No debiste hacer eso!" - gritó Lucas, a punto de reaccionar de la misma forma antigua.
"Lo siento, no fue mi intención" - se disculpó el chico, con una mirada de miedo.
Lucas recordó a la maestra Clara y cómo le había hablado, y en lugar de pegarle, decidió usar las palabras.
"Está bien, a todos nos pasan accidentes. A mí también me ha pasado. ¿Jugamos otra vez?" - dijo, tratando de sonar amable.
Los ojos del chico se iluminaron, y juntos continuaron jugando. Lucas sintió una ligereza en su corazón, un nuevo sentido de pertenencia que no había experimentado antes.
Días después, la maestra Clara organizó un taller sobre emociones y comunicación. Todos los chicos se sentaron en círculo y comenzaron a compartir sus emociones, aprendiendo a expresar lo que sentían en lugar de reacciones impulsivas y agresivas.
Al final del taller, Lucas, con un brillo especial en sus ojos, se levantó y dijo:
"Quiero disculparme con todos por lo que hice. No supe cómo manejar mis enojos, pero estoy aprendiendo. Gracias por darme otra oportunidad."
Todos los chicos lo miraron y, con gestos de apoyo, comenzaron a aplaudirle. Desde ese día, Lucas se convirtió no solo en un mejor amigo, sino también en un ejemplo para los demás de que es posible cambiar y aprender a lidiar con las emociones de manera positiva.
Así, el nene que le pegaba a sus compañeros se convirtió en el nene que jugaba, reía y compartía momentos inolvidables con sus nuevos amigos, y Villa Alegre volvió a ser un lugar lleno de risas y armonía.
FIN.