El Nene que No Quería Dormir Siestas de Verano



Había una vez un nene llamado Tobi que vivía en un tranquilo pueblito, rodeado de campos de flores y árboles frutales. Con la llegada del verano, Tobi se llenaba de energía y no quería perderse ni un instante de diversión.

Cada tarde, su mamá, la señora Rosa, le decía:

"Tobi, ¡es hora de la siesta!"

Pero Tobi, con su cabello alborotado y su gran sonrisa, siempre respondía:

"¡No quiero dormir! Quiero jugar con mis amigos en el patio."

La señora Rosa, con paciencia, le explicaba que las siestas eran importantes para que tuviera energía para jugar más tarde.

"Si no duermes, te vas a cansar rápidamente."

Sin embargo, Tobi estaba decidido. Un día, sus amigos, Lucas y Ana, vinieron a jugar con él y decidieron que la siesta era algo aburrido.

"No hay tiempo para dormir, ¡hay tanto por hacer!" dijo Lucas.

Así que corrieron al parque, donde hacían todo tipo de travesuras: trepaban árboles, jugaban al fútbol y se reían sin parar. Pero a medida que avanzaba la tarde, el sol comenzaba a esconderse y Tobi empezó a sentir un cansancio que no podía ignorar.

A la mañana siguiente, su madre repitió el ritual.

"Tobi, es hora de la siesta, amor."

Pero esta vez, Tobi aún estaba decidido. Así que decidió hacer algo diferente. En lugar de jugar, se sentó en la sombra de un árbol y se quedó mirando las nubes, mientras sus amigos jugaban a su lado. Pronto encontró que esas nubes eran muy divertidas.

"Miren, esa nube parece un perro volando!" dijo Tobi.

"No, no, ¡parece un pato!" respondió Ana, riéndose.

Y así, mientras todos miraban las nubes, Tobi se sintió un poquito cansado. Pero, en vez de dejarse llevar, se mantuvo despierto practicando hacer figuras con los dedos. Hasta que, sin darse cuenta, se quedó dormido bajo el árbol.

Al despertarse, el sol ya se había ocultado y sus amigos estaban a punto de irse.

"¿Qué pasó, Tobi? ¡Te dormiste!" dijo Lucas, sorprendido.

"¿Dormí? ¡Pero no quería!" exclamó Tobi, frotándose los ojos.

Desde ese día, Tobi empezó a encontrar maneras de combinar su deseo de jugar con la necesidad de descansar. Un día le pidió a su mamá:

"¿Puedo dormir en mi cama, pero con la ventana abierta para escuchar a los pájaros?"

"Por supuesto, cariño" dijo la señora Rosa con ternura.

Así, Tobi disfrutaba de sus siestas mientras escuchaba el canto de los pájaros, y poco a poco, se dio cuenta de que el descanso le traía más energía para disfrutar de esos maravillosos días de verano.

Con el tiempo, llegó a entender que las siestas no eran su enemigo, sino su aliado. Ahora podía jugar hasta el anochecer sin cansarse y siempre tenía nuevas ideas para aventuras.

Y así, con el poder de un buen descanso, el verano de Tobi se convirtió en el más emocionante de todos los tiempos. Aprendió que detenerse un momento puede brindarle nuevas oportunidades y, al mismo tiempo, disfrutar de sus amigos.

Tobi nunca olvidó el valor de una buena siesta. Y cada vez que su mamá le decía que era hora de descansar, él sonreía y respondía:

"¡Sí, mami! Necesito estar listo para la próxima gran aventura!"

FIN.

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