El Nido de las Aves María
En un rincón mágico del bosque llamado Totogalpa, vivían unas aves muy especiales. Cada año, en primavera, las Aves María regresaban para anidar en los altos árboles de Totogalpa. Eran aves conocidas por su canto melodioso y sus hermosos plumajes de colores brillantes.
Un día, mientras las Aves María construían sus nidos, llegó una nueva ave al bosque. Se llamaba Pablo, un joven mirlo que había decidido explorar nuevos horizontes.
"¡Hola a todos! Soy Pablo, he venido de muy lejos. ¿Puedo quedarme aquí en Totogalpa?" - preguntó el mirlo con voz tímida.
Las Aves María se miraron entre sí, algo desconcertadas. No estaban acostumbradas a recibir a nuevos amigos en su hogar.
"¡Por supuesto!" - respondió María, una de las Aves María más sabias. "En Totogalpa siempre hay espacio para un nuevo amigo, pero debes aprender a cuidar tu nido y a respetar nuestro bosque."
Pablo sonrió y prometió aprender. Sin embargo, no sabía nada sobre anidar ni sobre el cuidado del bosque. Mientras trataba de construir su nido, las ramas se rompían y las hojas se caían. Se sintió muy frustrado.
"Esto es más difícil de lo que pensé..." - murmuró Pablo mientras se sentaba en el suelo, preocupado.
María, que lo observaba, se acercó a él.
"No te preocupes, Pablo. Todos aprendemos, y a veces necesitamos ayuda. ¿Te gustaría que te enseñe?" - le ofreció con una sonrisa.
"¡Sí, por favor!" - exclamó Pablo, sintiendo esperanza.
María le mostró cómo elegir las ramas más fuertes, cómo entrelazarlas y cómo hacer el nido seguro y cálido. Paso a paso, Pablo fue comprendiéndolo todo. Con el tiempo, construyó un nido hermoso en lo alto de un árbol, justo al lado de las Aves María.
"¡Lo logré!" - gritó Pablo emocionado. Las Aves María aplaudieron con alegría.
Pero un día, un gran viento comenzó a soplar. Las ramas se movían y los nidos tambalearon. Pablo se asustó.
"¡Ayuda! Mi nido puede caerse!" - gritó desesperado.
María, viendo el pánico en sus ojos, se acercó rápidamente.
"Recuerda lo que hemos aprendido. Hay que asegurarse de que nuestro nido esté firme. Juntos podemos hacerlo. Vamos, ayúdame a ajustar las ramas. "
Con la ayuda de María y de todas las Aves María, Pablo se sintió valiente y decidido. Trabajaron juntos, intercalando ramas y asegurando el nido. Al final, el nido estaba más fuerte que antes.
"Gracias, María. No lo habría logrado sin vos." - dijo Pablo, agradecido.
Pasaron los días y los vientos calmos regresaron. Pablo no solo había construido su nido, sino también una amistad sincera con las Aves María. Aprendió sobre el trabajo en equipo, la paciencia y la importancia de ayudar a otros cuando están en apuros.
"Totogalpa es un lugar increíble. Gracias a ustedes sé que aquí siempre se puede aprender algo nuevo y que juntos somos más fuertes." - exclamó Pablo un día mientras todos cantaban al atardecer.
"Así es, Pablo, nunca dejes de aprender y de ayudar. Juntos hacemos de Totogalpa el hogar más especial de todos." - dijo María.
Y así, en el nido de las Aves María, Pablo encontró amistad, aprendizaje y la magia del trabajo en equipo. El bosque de Totogalpa, lleno de vida y color, continuó siendo un refugio para todos aquellos que aprendían a cuidar su hogar y a respetar la naturaleza. Desde entonces, cada primavera, Aves María y Pablo cantaban juntos, celebrando la alegría de la amistad y el amor por su bosque.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
FIN.