El nido de Verita


Había una vez una pequeña pajarita llamada Verita. Era un hermoso pajarito amarillo que vivía en una casita junto a su mamá, su papá y sus abuelitos. Verita era muy curiosa y siempre estaba en busca de aventuras.

Un día, mientras volaba por el bosque, Verita encontró un nido abandonado. Se acercó con cautela y vio que dentro había tres huevitos. Sin pensarlo dos veces, decidió llevarse los huevitos a su casita para cuidarlos.

Cuando llegó a su hogar, Verita le mostró emocionada los huevitos a su mamá y a su papá. Todos estaban sorprendidos por la valentía de la pequeña pajarita y decidieron ayudarla a cuidar los huevos hasta que nacieran los polluelos.

Pasaron días y noches vigilando el nido con mucho amor y paciencia. Hasta que finalmente, un día se escucharon unos débiles chirridos provenientes del interior del huevo. - ¡Mamá! ¡Papá! ¡Los polluelos están por salir! - exclamó Verita emocionada.

Uno tras otro, los polluelos rompieron sus cáscaras de huevo y salieron al mundo. Eran tres hermanitos: uno azul, otro rojo y el último verde.

Verita estaba tan feliz de haberles dado la oportunidad de vivir que decidió llamarlos Azulito, Rojito y Verdito respectivamente. Juntos formaron una gran familia llena de amor y alegría. Los días pasaban rápidamente mientras los hermanitos crecían fuertes y saludables. Verita les enseñaba a volar, a buscar alimento y a cuidarse entre ellos.

Un día, mientras los hermanitos jugaban en el bosque, se encontraron con un pajarito muy triste llamado Pablo. Pablo les contó que había perdido su nido y no tenía dónde vivir. - No te preocupes, Pablo.

Puedes venir a vivir con nosotros en nuestra casita - dijo Verita amablemente. Pablo aceptó la invitación y pronto se convirtió en parte de la familia. Juntos construyeron otro nido para él y compartieron momentos felices llenos de risas y canciones.

Pero un día, una fuerte tormenta azotó el bosque. Los vientos soplaban fuertemente y las ramas de los árboles caían por doquier. La casita de Verita fue arrastrada por el viento y quedó completamente destrozada.

La familia estaba desesperada sin saber qué hacer ni dónde refugiarse. Pero Verita recordó algo importante: siempre había que mantenerse unidos y encontrar soluciones juntos. - ¡Tenemos que buscar un lugar seguro donde podamos estar todos! - exclamó Verita con determinación.

Así que la familia emprendió una búsqueda incansable hasta encontrar una cueva protegida del viento y la lluvia. Juntos trabajaron arduamente para convertirla en su nuevo hogar.

Con el tiempo, la cueva se transformó en una hermosa casa llena de amor, alegría y aprendizaje constante. Todos los días compartían experiencias nuevas, cantaban canciones e inventaban historias maravillosas sobre sus aventuras pasadas.

Verita había aprendido una gran lección: que la familia no se limita a los lazos de sangre, sino que puede ser construida con amor y amistad. Y así, Verita y su familia demostraron al mundo entero que, sin importar las dificultades o los obstáculos, siempre hay una forma de encontrar felicidad.

Y colorín colorado, esta historia ha terminado.

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