El niño de la máscara lunar



Había una vez en un lugar muy lejano, un chico llamado Lunito. Lunito era un niño especial, vivía en las estrellas y siempre llevaba puesta una misteriosa máscara con forma de luna que nunca se quitaba.

Esta máscara lo protegía y le daba poderes mágicos. Un día, Lunito decidió visitar el bosque de su familia, un lugar lleno de árboles altos y animales amigables.

Mientras caminaba entre los árboles, escuchó el sonido de una flecha cortando el aire y antes de que pudiera reaccionar, sintió que algo le arrebataba su preciada máscara. Lunito miró hacia arriba y vio a un cazador con una expresión desafiante en su rostro.

Sin su máscara protectora, Lunito sintió una furia como nunca antes había experimentado. Su cuerpo comenzó a brillar con una luz intensa y sus ojos brillaban como dos estrellas en la noche. El cazador retrocedió asustado al ver la transformación de Lunito.

"¿Qué eres tú?", preguntó tembloroso. "Soy Lunito, el guardián de las estrellas", respondió con voz firme el chico mientras levantaba sus manos y hacía brillar la luz aún más intensamente.

El cazador se dio cuenta del error que había cometido al quitarle la máscara a Lunito y rápidamente se disculpó por su imprudencia. "Perdón, no sabía quién eras. Por favor, perdóname", suplicó el cazador arrepentido.

Lunito respiró hondo y lentamente la luz que lo rodeaba comenzó a disminuir hasta desaparecer por completo. Se acercó al cazador y con voz serena le dijo: "Todos cometemos errores, pero es importante aprender de ellos. Nunca subestimes el poder de alguien solo por cómo luzca por fuera".

El cazador asintió con humildad y prometió no volver a cometer ese error nuevamente. Desde ese día, Lunito siguió protegiendo las estrellas desde lo alto del cielo, recordando siempre la importancia del respeto mutuo y la aceptación de las diferencias.

Y así, la historia de Lunito se convirtió en una leyenda que inspiraba a todos a ser amables y comprensivos con los demás, recordándoles que cada uno tiene su propia luz interior que merece ser respetada y valorada sin importar las apariencias exteriores.

FIN.

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