El niño de las palabras mágicas


Había una vez un niño llamado Asael que vivía en un pequeño pueblo. Aunque era muy inteligente y amable, a veces se olvidaba de usar buenos modales y las palabras mágicas como "por favor" y —"gracias" .

Esto hacía que muchas personas no se sintieran muy cómodas con él. Un día, mientras jugaba en el parque, Asael vio a un anciano sentado en un banco. El anciano parecía triste y solo.

Sin pensarlo dos veces, Asael decidió acercarse y preguntarle si necesitaba algo. "Hola señor, ¿necesita ayuda?"- preguntó Asael con una sonrisa amigable. El anciano miró sorprendido al niño y respondió: "Oh, gracias por ofrecerte a ayudarme.

Estoy buscando mi libro de recetas favorito, pero no puedo encontrarlo". Asael recordó lo importante que era usar buenos modales y las palabras mágicas, así que dijo: "Por favor señor, déjeme ayudarlo a buscar su libro. Estoy seguro de que lo encontraremos juntos".

El anciano asintió emocionado y ambos comenzaron a buscar el libro por todo el parque. Mientras buscaban, Asael también usaba las palabras mágicas para pedirle ayuda a otros niños del parque.

"Por favor amigos, ¿han visto un libro viejo por aquí? El señor está tratando de encontrarlo"- les decía cortésmente. Los niños se animaron a ayudar e incluso algunos padres también se sumaron a la búsqueda.

Después de un rato largo buscando debajo de los arbustos y detrás de los columpios, finalmente encontraron el libro de recetas en un rincón escondido del parque. El anciano estaba tan agradecido que sus ojos se llenaron de lágrimas. "Muchas gracias, Asael.

No solo me has ayudado a encontrar mi libro, sino que también me has recordado la importancia de los buenos modales y las palabras mágicas". Asael sonrió feliz y respondió: "De nada señor. Es importante ser amable con los demás y siempre usar las palabras mágicas para mostrar respeto y gratitud".

Desde ese día, Asael se convirtió en un ejemplo para todos en el pueblo. Siempre usaba buenos modales y enseñaba a otros niños sobre las palabras mágicas.

La gente comenzó a sentirse más cómoda alrededor de él y lo consideraban un amigo confiable. Un año después, el pueblo decidió organizar una fiesta en honor a Asael por su actitud amable y sus buenas acciones. Todos le dieron regalos como muestra de aprecio por su bondad.

Desde entonces, Asael siguió usando buenos modales y las palabras mágicas todos los días. Aprendió que no solo traían alegría a los demás, sino que también le hacían sentir bien consigo mismo.

Y así fue como el día que Asael aprendió buenos modales y las palabras mágicas, cambió su vida y la vida de todos los que lo rodeaban para mejor.

El poder de la amabilidad nunca debe subestimarse, porque incluso algo tan simple puede hacer una gran diferencia en el mundo.

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