El niño de los dos mundos



Había una vez un niño llamado Julio que vivía en un pequeño pueblo de Argentina. Desde muy pequeño, Julio había experimentado cambios en su estado de ánimo y emociones.

A veces se sentía muy feliz y lleno de energía, pero otras veces se sentía triste y sin ganas de hacer nada. Julio sabía que tenía una condición llamada bipolaridad, lo cual significaba que sus emociones podían cambiar rápidamente.

Aunque a veces le resultaba difícil lidiar con esto, siempre intentaba mantenerse positivo y no dejar que su enfermedad lo definiera. Cuando llegó el momento de ir a la escuela, Julio estaba lleno de miedo.

Recordaba cómo cuando era más pequeño algunos niños le habían hecho bullying por su enfermedad. Temía que eso pudiera volver a ocurrir. El primer día de clases, Julio entró al salón con cautela.

Miró a sus compañeros esperando encontrar alguna señal de burla o rechazo, pero para su sorpresa, todos estaban ocupados jugando y riendo juntos. La maestra del salón se presentó como la Señorita Ana y les dijo a todos los alumnos que debían tratarse con respeto y amabilidad.

También les explicó que cada uno era único y especial, sin importar si tenían alguna diferencia o enfermedad. A medida que pasaban los días, Julio empezó a sentirse más cómodo en la escuela.

Sus compañeros no solo no le hacían bullying por su bipolaridad sino que también lo incluían en sus juegos y conversaciones. Un día durante el recreo, mientras todos jugaban fútbol en el patio del colegio, uno de los niños tropezó y se lastimó el tobillo.

Todos se acercaron a ver qué había pasado, pero nadie sabía qué hacer. Julio, recordando que su papá le había enseñado cómo dar primeros auxilios, rápidamente se acercó al niño herido y le dijo: "Tranquilo, sé cómo ayudarte".

Julio inmovilizó el tobillo del niño con una bufanda y pidió ayuda para llevarlo a la enfermería. Todos los compañeros de Julio quedaron impresionados por sus habilidades y valentía. A partir de ese día, Julio fue reconocido como un amigo especial en el colegio.

Los niños aprendieron que tener una enfermedad no hacía a alguien menos valioso o importante. La historia de Julio comenzó a inspirar a otros niños y adultos en el pueblo.

La gente empezó a entender que todos somos únicos y que nuestras diferencias nos hacen especiales. El respeto y la amabilidad se convirtieron en las reglas principales del colegio. Julio también aprendió mucho durante su tiempo en la escuela.

Descubrió nuevas pasiones como la pintura y la música, lo cual lo ayudaba a expresar sus emociones de una manera positiva. A medida que pasaban los años, Julio se convirtió en un joven fuerte y seguro de sí mismo.

A pesar de seguir lidiando con su bipolaridad, nunca permitió que eso le impidiera alcanzar sus sueños. Y así es como Julio demostró al mundo que no importa cuál sea nuestra condición o enfermedad, siempre podemos encontrar nuestro lugar especial donde ser aceptados tal como somos.

FIN.

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