El Niño de Pelo de Colores



Había una vez un niño llamado Tomás, que vivía en un pequeño pueblo llamado Arcoíris. Tomás era singular, no solo por su forma de ser, sino también porque tenía el pelo de colores: amarillo, azul, verde y rojo. Cada vez que salía a jugar, su pelo parecía un arcoíris en movimiento, lo que hacía que todos lo miraran con admiración y asombro.

Sin embargo, a pesar de su apariencia fascinante, Tomás tenía un gran problema: la envidia. Siempre deseaba tener lo que los demás tenían. Si su amigo Lucas tenía una bicicleta nueva, Tomás se ponía triste y deseaba la bicicleta. Si su vecina Sofía recibía una bolsa de golosinas, él quería tener dos.

Un día, mientras jugaba en la plaza del barrio, vio a un grupo de niños disfrazados de superhéroes. Estaban teniendo un día de juegos y aventuras, y Tomás les miraba desde la distancia.

"¿Por qué no me invitan a jugar?", preguntó para sí mismo, sintiendo una punzada de celos.

Entonces se acercó a ellos:

"Hola, ¿puedo jugar con ustedes?".

Los niños lo miraron, sorprendidos por su cabello colorido.

"Claro, pero primero tienes que elegir un disfraz", dijo Lucas.

Tomás, ansioso, se puso el disfraz de un superhéroe famoso. Pero al ver que todos llevaban disfraces lindos y nuevos, sintió la misma envidia de siempre.

"No son tan buenos como los míos", murmuró, aunque en su interior sabía que estaba mintiéndose.

Durante el juego, cada vez que un niño hacía algo impresionante, Tomás no podía evitar pensar en lo que él carecía. Al final de la jornada, se sentó solo en un rincón, con su disfraz arrugado.

Entonces, una niña llamada Carla se le acercó y le dijo:

"¿Qué te pasa, Tomás? Pareces triste".

"Es que siempre quieren a los otros más que a mí", respondió él.

"Pero a nosotros nos encanta que tengas el pelo de colores. ¡Es único!".

Tomás se sintió un poco mejor, pero la envidia seguía ahí. Decidió que, al día siguiente, se teñiría el pelo de un color aún más brillante, para llamar más la atención.

Así lo hizo, pero cuando salió el siguiente día, en lugar de sentirse feliz, se dio cuenta de que su nuevo color había asustado a algunos niños.

"¿Por qué lo hiciste?", le preguntó Lucas.

"Porque quiero ser el mejor", contestó Tomás.

Pero su amigo le respondió:

"Ser tú mismo es lo mejor que puedes hacer. No importa el color del pelo, lo que importa es lo que tienes en tu corazón".

Tomás se quedó pensando en esas palabras toda la tarde. Se dio cuenta de que la envidia lo había alejado de sus amigos y de las cosas divertidas que podría disfrutar.

Decidió que quería ser él mismo y no una versión exagerada de lo que creía que los demás querían.

A la mañana siguiente, se lavó el pelo y decidió dejarlo natural. A partir de ese día, Tomás empezó a jugar con libertad, dejando de lado la envidia. Ahora se concentraba en divertirse y en vivir momentos con sus amigos.

"¡Mirá! ¡Ahora puedo correr más rápido!", exclamó un día, mientras jugaba al fútbol con Lucas y Carla.

Y fue así como Tomás se dio cuenta de que ser único, con su pelo colorido, era una bendición. En lugar de envidiar a los demás, comenzó a celebrar sus diferencias y a disfrutar de cada momento.

Los amigos empezaron a unirse en torno a sus juegos, y Tomás finalmente se sintió aceptado y feliz, porque había aprendido que la verdadera alegría no estaba en compararse, sino en ser uno mismo.

Así, con el tiempo, Tomás se convirtió en un gran amigo y un niño que siempre compartía, dejando atrás la envidia que tanto lo había atormentado.

El pueblo de Arcoíris encontró en él un verdadero líder que inspiraba a los demás a quererse y respetarse tal como eran. Y así, Tomás vivió, no solo con el pelo de colores, sino también con un corazón lleno de amor y alegría.

FIN.

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