El niño del cosmos



Había una vez un pequeño niño llamado Benja, quien vivía en un planeta muy lejano. Benja era un niño curioso y aventurero, siempre soñaba con explorar el universo y descubrir nuevos planetas.

Un día, mientras volaba en su nave espacial, vio una estrella brillante que llamó su atención. "¡Wow! ¡Esa estrella es increíble!" exclamó Benja emocionado.

Sin pensarlo dos veces, dirigió su nave hacia la estrella y cuando llegó allí se encontró con algo sorprendente: una mamá extraterrestre esperándolo. "Hola, pequeño explorador", dijo la mamá extraterrestre con ternura. "He estado esperando por ti". Benja estaba confundido pero también intrigado. Nunca había conocido a otra madre antes.

"¿Por qué me has estado esperando?", preguntó él. La mamá extraterrestre sonrió y le explicó: "En nuestro planeta hay una antigua tradición donde cada niño elige a su propia madre entre todas las madres del universo. Y tú, Benja, me has elegido a mí".

Benja no podía creerlo. Había encontrado a su madre perfecta en otro planeta. Estaba lleno de felicidad y emoción al saber que tenía una nueva familia intergaláctica. La mamá extraterrestre llevó a Benja a su hogar en el planeta alienígena.

Allí conoció al papá alienígena y a sus hermanitos alienígenas, quienes eran seres adorables con ojos grandes y brillantes como luciérnagas. Los días pasaron y Benja se adaptó rápidamente a su nueva vida.

Aprendió cosas nuevas sobre el universo, explorando diferentes planetas y conociendo a seres de todas las formas y tamaños. Un día, mientras jugaba en el parque alienígena, Benja notó que uno de sus hermanitos estaba triste.

Se acercó a él y le preguntó qué le pasaba. "-Estoy cansado de ser pequeño", respondió su hermanito con voz triste. "-Todos los demás niños son más grandes que yo". Benja entendió cómo se sentía su hermanito y decidió ayudarlo.

Juntos idearon un plan para construir una máquina especial que les permitiera crecer más rápido. Trabajaron duro durante días, recolectando materiales y ensamblando piezas. Finalmente, terminaron la máquina y decidieron probarla. Ambos subieron a la máquina esperando crecer rápidamente.

Pero algo inesperado ocurrió: en lugar de hacerlos crecer físicamente, la máquina desató un poder mágico dentro de ellos. De repente, Benja y su hermanito pudieron comunicarse telepáticamente con todos los seres del universo. Podían escuchar pensamientos e intercambiar ideas sin necesidad de palabras.

Emocionados por esta nueva habilidad, comenzaron a usarla para ayudar a otros seres en problemas. Escuchaban historias tristes o preocupaciones y les daban consejos sabios desde sus corazones llenos de amor.

Con el tiempo, Benja se dio cuenta de que no importaba si eras grande o pequeño físicamente; lo importante era el tamaño del amor dentro de tu corazón.

Benja y su hermanito se convirtieron en héroes intergalácticos, ayudando a todos los seres que necesitaban un poco de amor y sabiduría. Juntos, exploraron el universo, llevando alegría y esperanza a cada rincón del cosmos. Y así, Benja aprendió que la verdadera familia no siempre tiene que ser biológica.

Puede encontrarse en los lugares más inesperados, incluso en otros planetas. Lo importante es amar y ser amado. Desde ese día, Benja nunca dejó de explorar el universo con su nave espacial y su mamá extraterrestre a su lado.

Juntos, vivieron aventuras increíbles mientras compartían el amor entre ellos y con todo el universo. Y así termina nuestra historia de Benja, el niño explorador que encontró una madre en otro planeta. Aprendió grandes lecciones sobre la importancia del amor y la aceptación.

¿Quién sabe qué maravillas les esperan en sus próximas aventuras? ¡El universo está lleno de sorpresas!

FIN.

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